¿QUÉ LE OCULTA A CURRO? EL SILENCIO DE ÁNGELA || CRÓNICAS de #LaPromesa #series

El regreso de Ángela a La Promesa no ha sido un simple retorno. Durante días enteros, el palacio se había sumido en una atmósfera de miedo y desconcierto. El silencio de su ausencia se convirtió en un peso insoportable, un vacío que recorría los pasillos y hacía temblar a quienes la amaban. Cada rincón respiraba sospechas, cada mirada estaba cargada de incertidumbre. Nadie sabía dónde estaba, nadie entendía por qué había desaparecido, y lo más doloroso: nadie sabía si regresaría con vida.

Cuando por fin reaparece, el alivio recorre a todos los habitantes del palacio, pero ese consuelo viene acompañado de preguntas aún más inquietantes. Su rostro, marcado por la debilidad, y su cuerpo frágil, apenas sostenido por su madre, revelan que ha vivido un tormento del que todavía no puede hablar. Y en ese mutismo, en esa falta de explicaciones, se esconde un secreto que podría cambiarlo todo.

La trama se complica con el chantaje despiadado del capitán Garrapata, Lorenzo de la Mata. Él ha aprovechado el momento más vulnerable de doña Leocadia para lanzarle un ultimátum: o consiente en que Ángela se case con él, o revelará información comprometedora sobre la muerte de Jana Expósito, un hecho oscuro que podría hundir a Leocadia para siempre. Esta amenaza saca a la luz lo peor de Lorenzo: su ambición sin límites, su falta absoluta de escrúpulos y su capacidad para manipular el dolor ajeno.

Paradójicamente, es este chantaje lo que desencadena recuerdos ocultos en la propia Leocadia, recuerdos que destapan su historial de crímenes y despiertan aún más tensiones en la familia. Obligada a ceder, traga saliva y permite que su hija regrese, consciente de que ya no podrá controlar lo que suceda a partir de ahora. Pero la gran incógnita permanece: ¿logrará Lorenzo forzar ese matrimonio imposible o el destino le jugará en contra?

Mientras tanto, la búsqueda de Ángela se había convertido en una misión desesperada. No fue un hallazgo fortuito. Toda la finca se movilizó, incluso Manuel, quien llegó a subirse al avión del hangar para sobrevolar los terrenos en busca de cualquier rastro. En tierra, los esfuerzos no cesaban. Una de las búsquedas más sobrecogedoras fue la de María Fernández, que acompañó a Curro hasta la cueva donde años atrás ella misma estuvo secuestrada por Valentín. Revivir ese horror la llenó de determinación, pero allí solo encontraron silencio. Un silencio pesado, más doloroso que las piedras que los rodeaban.

El retorno de Ángela, debilitada y exhausta, dejó claro que había sufrido un cautiverio cruel. El médico confirmó lo evidente: había carecido de agua y alimento durante demasiado tiempo. Las huellas físicas eran el reflejo de un sufrimiento profundo, y sin embargo, nadie lograba comprender por qué Lorenzo decidió liberarla justo en ese momento. ¿Era parte de un plan mayor? ¿O una maniobra para confundir y ganar ventaja?

Curro, por su parte, estaba al borde de la desesperación. En el momento en que Ángela regresaba, él se disponía a abandonar el palacio. Había dado un ultimátum: si en 24 horas no aparecía, acudiría al sargento Burdina para denunciar al capitán Garrapata. Vestido de calle, preparado para marcharse, no podía imaginar que Ángela ya estaba de vuelta. Y ese desencuentro, esa distancia forzada por las circunstancias, duele más que cualquier herida física.

Cuando finalmente es llevada a su habitación, sostenida casi en volandas por Leocadia, Ángela no tiene fuerzas ni para hablar. Apenas logra mantenerse en pie, y su silencio, más que las palabras, revela la magnitud de lo que ha sufrido. La tensión aumenta: todos esperan el reencuentro con Curro, el joven que ha movido cielo y tierra por ella, pero ese instante se retrasa. La debilidad de Ángela, y el férreo control de su madre, impiden que la pareja pueda abrazarse de inmediato.

El momento esperado llega más tarde, cuando Ángela, ya recostada en su cama, logra quedarse a solas. Es entonces cuando Curro, incapaz de contenerse más, se cuela en su habitación. La escena es íntima y conmovedora: él toma su mano, ella lo mira con una mezcla de alivio y dolor. No hacen falta palabras para entender que el amor entre ellos sigue intacto, aunque marcado por nuevas cicatrices.

Pero el regreso de Ángela no garantiza un futuro sencillo. Su madre, manipuladora y resentida como siempre, no está dispuesta a dejarla libremente al lado de Curro. Sabe que Lorenzo acecha y teme que cualquier descuido pueda costarles caro. Así, Leocadia ejercerá un control aún más férreo sobre su hija, limitando cualquier posibilidad de intimidad con Curro.

El amor de la pareja entra en una nueva etapa: ya no hay promesas de fuga ni trenes esperando en la estación. Ahora hay incertidumbre, secretos y un silencio que pesa entre ellos. El vínculo es fuerte, pero será puesto a prueba una y otra vez. ¿Podrán resistir como amantes ocultos en los pasillos del palacio? ¿O la presión del entorno acabará separándolos lentamente?

Lo cierto es que Ángela guarda un secreto. Su silencio no es fruto solo del cansancio o del trauma vivido. Algo más sabe, algo que no se atreve a confesar, quizás para proteger a Curro, quizás porque revelarlo significaría desatar un caos aún mayor en La Promesa. Cada mirada, cada pausa en sus palabras, insinúa que detrás de su regreso se esconde una verdad peligrosa.

El misterio apenas comienza. Curro deberá decidir si insiste en conocer la verdad a toda costa o si respeta ese silencio que tanto lo hiere. El amor verdadero, dicen, no necesita permiso, pero sí coraje. Y ese coraje, el de ambos, será puesto a prueba en los próximos capítulos. Porque en La Promesa, cada revelación trae consigo una nueva traición, y cada decisión puede ser el inicio de una guerra sin retorno.

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