SANTOS PELLICER, SOSPECHOSO PRINCIPAL DEL ROBO DE LAS RECETAS DE LOPE || CRÓNICAS La Promesa Series

🔪 El robo de las recetas secretas: traición en las cocinas de La Promesa

El amanecer trae consigo un olor extraño en las cocinas de La Promesa, y no precisamente a pan recién horneado. Esta vez, lo que se respira es el humo de la traición. Santos Pellicer, el muchacho que parece incapaz de distinguir entre servir y servirse, vuelve a colocarse en el centro de un escándalo que podría marcar un antes y un después dentro del palacio. Lo que acaba de ocurrir no es un simple malentendido: alguien ha robado las recetas de López, el cocinero más aclamado de la nobleza andaluza, y las ha hecho públicas. Y no en un cuaderno olvidado, sino en las páginas de un periódico, palabra por palabra, dibujo por dibujo. Un hurto en toda regla.

El golpe ha sido certero y cruel. Las recetas que durante años López guardó con celo, símbolo de su talento y esfuerzo, ahora circulan libremente bajo la firma de una misteriosa Madame Cocot. El cocinero, devastado, apenas puede creer lo que ve. Su trabajo, su orgullo, su nombre, borrados de un plumazo. Pero entre las sombras del palacio, las sospechas empiezan a tomar forma. Porque solo alguien de dentro podría haber accedido a ese cuaderno tan personal, guardado bajo llave en su cocina.

Y entre los murmullos del servicio, un nombre comienza a repetirse con fuerza: Santos Pellicer, el hijo del mayordomo Ricardo, conocido tanto por su lengua venenosa como por su envidia enfermiza. Todos lo recuerdan: fue él quien manipuló a Vera, quien intentó arrebatársela a López con mentiras y chantajes, solo para perderla después y jurar venganza silenciosa. Desde entonces, no ha habido día en que Santos no busque la forma de humillar al cocinero. Cuando López cayó en desgracia y fue relegado al rango de mozo, Santos se burló de él sin piedad, saboreando cada humillación.

Ahora, parece que el joven ha encontrado la oportunidad perfecta para cobrarse su revancha. Pero Santos no golpea con los puños, sino con la mente. Fría, calculadora, venenosa. Y robar las recetas del hombre que lo eclipsa es su manera de apuñalarlo donde más duele: en su orgullo, en su arte, en su talento.

Quién es realmente Santos Pellicer, el nuevo personaje de 'La Promesa' al  que da vida Manu Imízcoz

No sería la primera vez que el muchacho cruza los límites. Su historial dentro del palacio es tan largo como los registros contables de doña Cruz. Chantajes, mentiras, traiciones… Santos ha demostrado más de una vez que no conoce la palabra remordimiento. Amenazó a Pía Adarre con revelar su oscuro pasado y no dudó en traicionar a su propio padre. Es el tipo de persona que no soporta ver a otros brillar. Si ve felicidad, la destruye; si huele éxito, lo corrompe.

Por eso, aunque aún no haya pruebas definitivas, todos en La Promesa miran hacia él. Y lo cierto es que las coincidencias son demasiadas. Las recetas publicadas son idénticas a las de López: los mismos ingredientes, las mismas palabras, incluso los bocetos tienen su trazo. Teresa, siempre observadora, será la primera en decirlo: es imposible que sea una casualidad. Y López lo confirmará: solo alguien de dentro pudo robarlas.

Mientras tanto, el palacio entero se sacude con el escándalo. El servicio murmura, los señores comentan, y las cocinas hierven de indignación. Lo que comenzó como un robo de recetas se convierte en una mancha para la reputación del lugar. Porque si algo distingue a La Promesa es su cocina, y ver su nombre arrastrado por la prensa es una vergüenza que difícilmente podrá olvidarse.

Pero en La Promesa, las cosas nunca son tan simples. Cuando parece que todas las miradas apuntan hacia Santos, una sombra elegante y peligrosa emerge entre los rumores: doña Leocadia de Figueroa, la postiza. Nadie maneja los hilos como ella. Si hay alguien capaz de sembrar el caos sin ensuciarse las manos, es Leocadia. Su sonrisa educada esconde una mente afilada, y su ambición no conoce límites. ¿Y si ella fuera la verdadera autora intelectual del robo? ¿Y si Santos solo fuera su peón, su instrumento para ejecutar un plan mucho más grande?

La posibilidad es inquietante, pero también muy real. Leocadia sabe cómo manipular las debilidades de los demás, y Santos, con su necesidad de reconocimiento, es presa fácil. Tal vez haya sido ella quien le susurró la idea al oído, quien lo empujó a cruzar la línea, todo para lograr su objetivo de dividir al personal y debilitar el nombre de La Promesa desde dentro. Una jugada maestra que solo ella sería capaz de idear.

La Promesa: Santos Pellicer llega la palacio

Mientras tanto, López se enfrenta a una tormenta emocional. No solo siente la pérdida de su autoría, sino también el golpe a su honor. En su mundo, las recetas son más que simples instrucciones de cocina; son su vida, su historia, su identidad. Que alguien las robe equivale a robarle el alma. Y aunque intenta mantener la compostura, dentro de él arde una furia silenciosa.

Pero hay algo que los guionistas de La Promesa han querido resaltar con este escándalo: este tipo de robos no son simples ficciones. A comienzos del siglo XX, casos como este fueron muy reales. En 1908, por ejemplo, un ayudante del Palacio de Buenavista en Madrid fue detenido por vender las recetas del chef principal a una taberna. En Sevilla, en 1912, una cocinera del Palacio de Dueñas fue acusada de traicionar a su casa vendiendo sus postres a otra familia noble. En aquella época, las recetas eran tesoros familiares, protegidas como secretos de Estado. Algunas incluso se incluían en los contratos de trabajo: quien abandonaba la casa no podía llevárselas consigo.

De modo que lo que hoy vive López no es solo una afrenta personal, sino una deshonra que mancha el nombre de toda La Promesa. Porque en un mundo donde el honor lo es todo, un robo así deja cicatrices que ni el tiempo podrá borrar.

El episodio promete ser uno de los más tensos de la temporada. Las acusaciones, los enfrentamientos y las revelaciones se sucederán entre el aroma de los guisos y el tintinear de los cuchillos. Y mientras algunos buscan justicia, otros seguirán tejiendo intrigas.

Porque en La Promesa, las cocinas no solo son el corazón del palacio, sino también su campo de batalla. Donde los platos se sirven calientes… y las venganzas, aún más.

Al final, la gran pregunta sigue flotando en el aire: ¿fue Santos el verdadero ladrón o solo una pieza del plan de Leocadia? En los pasillos, las apuestas ya están hechas. Y mientras tanto, el fuego de los fogones sigue ardiendo, tan intenso como el fuego de la traición.