‘Sueños de libertad’ Avance semanal: ¿Matar a Remedios? Gabriel quiere borrar el pasado
Avance semanal ‘Sueños de libertad’: ¿Matar a Remedios? Gabriel quiere borrar el pasado, del 10 al 14 de noviembre
La nueva semana en Sueños de libertad se despliega como una tormenta de secretos, traiciones y silencios que huelen a pólvora y perfume caro. Toledo amanece con un aire gélido, y bajo esa claridad engañosa, cada personaje parece al borde de un abismo que ya no puede esquivar.
Begoña, con su cuaderno apretado contra el pecho, se enfrenta a Gabriel con una mezcla de esperanza y reproche. Quiere formalizar la adopción de Julia, darle un apellido, una casa y un futuro sin sobresaltos. Pero Gabriel, que ha regresado de París con la sombra del poder detrás de la corbata, mide sus palabras como quien calibra un veneno. Sabe que aceptar ese paso podría derrumbar la arquitectura secreta de su plan. Promete una respuesta mañana, pero en su mente ya se mueven las piezas de un tablero que nadie más ve.
Mientras tanto, Pelayo sale de la cárcel con la falsa sensación de control, sin saber que ha tocado fibras demasiado vivas. Marta percibe la fragilidad de su promesa de paz y teme que Damián no resista otro golpe. Y justo entonces, el mundo de los De la Reina recibe una estocada precisa: Perfumerías de la Reina pasa a llamarse Perfumerías Brossard de la Reina. Marta se queda helada. Entiende que no es solo un cambio de nombre, sino una invasión calculada.
En la fábrica, Joaquín estalla. Renuncia a su cargo, cansado de firmar órdenes que no le pertenecen, y vuelve a la línea, a las manos y al oficio. En casa, Gema llora, pero detrás del miedo hay alivio: la verdad, aunque duela, pesa menos que la mentira.
En la tienda, Chloé instaura un sistema de competencia feroz. Las vendedoras se convierten en rivales; la atmósfera huele a perfume y a desconfianza. Claudia entiende el peligro, pero también la necesidad de sobrevivir. En otro rincón, Manuela intenta ocultar lo que siente por Damián; no lo confiesa, pero su corazón ya lo ha hecho.

Begoña se enfrenta a Digna para defender su deseo de adoptar a Julia. La tía se niega: “No puedes llevártela como un mueble”. La enfermera se traga las lágrimas y encuentra consuelo en Maripaz, una mujer humilde que busca trabajo y dignidad. Claudia, testigo silenciosa, le ofrece una oportunidad en la casa cuna, sin papeles, solo con confianza.
El martes, Damián ve el nuevo rótulo de la empresa y siente que su apellido se ha vuelto rehén. Marta intenta consolarlo, recordándole que una familia no se escribe en el cartel, sino en los gestos. Él sonríe y decide aceptar el deseo de Begoña: Julia tendrá su lugar. Por un momento, la felicidad parece posible.
Pero el pasado no se deja enterrar. Andrés sigue obsesionado con la explosión en la fábrica. Hay detalles que no encajan, sombras en las fotografías, una llave en el lugar equivocado. Luis le lanza una frase que lo deja helado: “Hay quien se quema para que nadie note el humo.” La sospecha crece.
María, sin querer, alimenta el misterio. Una carta de Enriqueta, oculta, se convierte en la grieta que separa la confianza de la traición. Cuando Andrés la descubre, entiende que todo lo que creía seguro se desmorona.
El miércoles llega con su dosis de veneno corporativo: Chloé anuncia que el nuevo director será Gabriel. Nadie lo esperaba. Su nombramiento deja a todos sin aire. Damián y Marta se miran en silencio; Andrés siente hervir la desconfianza. Gabriel acepta el cargo con palabras medidas, prometiendo honrar la memoria de Gervasio, pero su verdadero objetivo parece otro.
La tensión se multiplica cuando Julia, feliz, corre a abrazarlo tras la aprobación de la adopción. Su gesto inocente lo hiere y lo redime al mismo tiempo, pero también pone en riesgo su estrategia.
Gaspar, celoso de David, se adelanta con elegancia: lo enfrenta y le pide distancia con Carmen. Dos hombres que eligen el respeto antes que la herida. Pero mientras ellos pactan su paz, Chloé trama en silencio un golpe de perfume y poder. Intenta revertir la decisión de París, seduce a Marta con halagos envenenados, y le ofrece una alianza disfrazada de colaboración. “La paz —le dice— es el perfume más caro.”
El jueves, Manuela limpia el dispensario con una energía que solo se explica por amor. Joaquín recibe una oferta modesta pero honesta: fabricar jabones artesanos junto al río. Ve en esa propuesta un futuro posible y, por primera vez, sonríe sin miedo.
Andrés, en cambio, encuentra pruebas de la traición. En los registros de mantenimiento descubre que alguien manipuló la válvula antes de la explosión. En una fotografía, una sombra revela una inicial escrita a lápiz: “R”. Remedios. Comprende entonces que ella guarda la clave. Y que Gabriel podría estar dispuesto a todo por silenciarla.
El viernes, la empresa cambia de aroma. Cajas con el sello Brossard llegan en tropel. Todo huele a conquista. En el despacho, Gabriel intenta mantener el control. Llama a Andrés y le pide confianza. Pero Andrés ya ha dejado de creer en palabras vacías.

María, agotada, menciona la carta de Enriqueta. En ese instante, Gabriel siente que el peligro vuelve a respirar detrás de su nuca. Sabe que debe actuar. El plan ya no puede esperar. Decide visitar a Remedios en la cárcel.
El encuentro es un duelo en voz baja. Remedios, con los ojos afilados por el encierro, lo recibe con sarcasmo. Él ofrece traslado, silencio, una nueva identidad. Ella responde con la verdad que más teme: “A mí me creen las mujeres. Y las mujeres han dejado de callar.”
Gabriel pierde la compostura por un segundo. Insinúa lo que no se dice: hay maneras de hacer desaparecer a alguien sin dejar marca. Remedios lo mira y lo desenmascara: “Eres de los que hacen que otros se caigan solos por las escaleras.” Antes de marcharse, lanza su amenaza final: “Si me matas, hablarán mis cartas.”
Esa frase se le queda pegada a Gabriel como una maldición. Por primera vez, su maquinaria perfecta tambalea. Afuera, la ciudad huele a tormenta.
Mientras tanto, en la colonia, Begoña cocina para Julia, Digna murmura su desconfianza, y Luis desafía a Gabriel a oler la verdad. “¿Qué ves?”, le pregunta, mostrándole un frasco. “Veo casa”, responde el abogado sin darse cuenta de que, por un instante, ha dicho algo sincero.
Maripaz supera su segundo turno en la casa cuna. Un bebé le agarra el dedo y ella siente que la vida vuelve a elegirla. Joaquín y Gema se reconcilian en medio del cansancio. Claudia sostiene a las mujeres de la tienda con una fuerza que no necesita jefes.
Y Andrés, con el registro en la mano y la inicial “R” brillando bajo la luz, entiende que el tiempo se acaba. Si no actúa, Gabriel lo hará primero.
El destino de Sueños de libertad se inclina peligrosamente hacia la oscuridad. Gabriel ha cruzado el punto sin retorno. Ya no se trata de poder ni de dinero, sino de sobrevivir a su propio pasado. Y Remedios, desde una celda fría, podría ser la voz que lo derrumbe todo.