Sueños de libertad Cap 435 (Me iré fuera de España a tratar de encontrar a Fina allí donde esté

Título: “El precio de la verdad: entre la memoria rota, la traición y el peso del pasado”

El nuevo episodio de Sueños de libertad nos sumerge en una maraña emocional y empresarial donde los lazos familiares, las decisiones políticas y los fantasmas del pasado se entrelazan con una intensidad abrumadora. Lo que comienza como una conversación tranquila entre padre e hija se transforma en una reflexión profunda sobre la culpa, el miedo y el poder que ejercen las mentiras cuando se instalan en el corazón de una familia.

En la residencia de los De la Reina, la calma aparente esconde una tensión invisible. Don Fernando, cansado y abatido, intenta convencerse de que ha hecho lo correcto al permitir que su nieta Julia sea adoptada por Begoña y Gabriel. Su decisión, aunque racional, le ha costado un pedazo del alma. “Ella estará mejor con ellos que con un viejo como yo”, dice con voz apagada, reflejando la resignación de quien siente que el tiempo le ha arrebatado su lugar en el mundo. Marta, conmovida, lo reprende con ternura: “No hable así, padre, usted está perfectamente. Solo necesita descansar”. Pero él no puede. Sabe que las cosas van mal, que la fábrica se hunde, que el apellido De la Reina ya no tiene el brillo de antes. Y sobre todo, que los secretos que guarda podrían destruir a los suyos.

El tema de la adopción abre viejas heridas. Digna, su hermana, se ha sentido traicionada por no haber sido consultada. Marta intenta justificarlo, explicando que la decisión fue tomada en un momento de confusión, justo después de un incidente que los dejó a todos conmocionados. Pero lo cierto es que en esta familia, los silencios pesan tanto como las palabras. “Con el tiempo, la tía entenderá que es lo mejor para Julia”, dice Marta intentando cerrar el tema, aunque en su interior sabe que nada está realmente resuelto.

Sin embargo, la conversación pronto toma un giro más oscuro. Don Fernando, con el ceño fruncido, menciona “otros asuntos” que lo inquietan más que la adopción. Marta lo entiende enseguida: se refiere al chantaje, a la amenaza que pende sobre su hija, al caso de Santiago, ese criminal que parece no desaparecer nunca. Pelayo, el gobernador, le había asegurado que todo estaba bajo control, que el hombre había sido trasladado a Ocaña, pero Fernando no se tranquiliza. “¿Cómo quiere que esté tranquilo sabiendo que mi hija está amenazada por un delincuente?”, exclama. Marta intenta calmarlo. Le recuerda que Pelayo tiene poder, que ha hecho lo necesario para protegerlos, pero él no lo cree. Su instinto paternal le dice que el peligro aún no ha pasado, que detrás de esa aparente solución se esconde algo mucho más grande.

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En medio de ese clima de desconfianza y miedo, una noticia sacude los cimientos familiares: la dirección de Brosar, la empresa que ha sido el corazón de la familia durante generaciones, ha tomado una decisión inesperada. Los franceses han elegido a Gabriel como nuevo director. Marta lo comunica con un tono neutro, pero la noticia la hiere más de lo que admite. Don Fernando, sorprendido, intenta mostrarse optimista: “No es la peor noticia que podrías darme. Aunque sinceramente, hija, tú estás más preparada que él”. Su orgullo por Marta se mezcla con frustración al ver que su esfuerzo ha sido ignorado. Sin embargo, el golpe definitivo llega cuando se entera de que Gabriel ha rechazado el puesto.

Esa decisión desconcierta a todos. “¿Por qué ha hecho eso? ¿Acaso no ve que es nuestra oportunidad?”, pregunta el patriarca. Gabriel, sereno pero firme, explica que no quiere ser un simple ejecutor de las órdenes francesas. “No pienso plegarme a sus deseos”, afirma. Reconoce que su prima Marta está más capacitada, pero Chloe, la ejecutiva enviada desde París, ya ha dejado claro que no la quieren al mando. Si él no acepta, traerán a un directivo extranjero y la esencia de Profumerías De la Reina desaparecerá. Marta, dolida pero práctica, lo insta a reconsiderar: “Si tú no lo haces, ellos impondrán a alguien de fuera, y eso sería el final de todo lo que construimos.”

Gabriel finalmente cede, pero impone una condición: que se reduzcan los despidos. Es un acto de valentía que lo pone en riesgo, pero también lo humaniza. A diferencia de los ejecutivos que solo ven cifras, él piensa en las familias, en los obreros que dependen de ese trabajo. Don Fernando, al escuchar esto, se emociona. “Si alguien puede salvar la empresa, ese es Gabriel”, dice con un brillo de esperanza en los ojos. Sin embargo, nadie en esa casa imagina que esa decisión encenderá nuevas rivalidades, que el gesto altruista de Gabriel será interpretado por algunos como una jugada política más.

Mientras la familia lidia con estos conflictos externos, en otro rincón de la historia, Andrés y Luis protagonizan una de las escenas más intensas del episodio. Sentados frente a frente, los primos se enfrentan a sus miedos más profundos. Andrés, desanimado y confuso, confiesa que ya no encuentra sentido a nada. “Haga lo que haga, todo sale mal”, dice con voz rota. Luis intenta levantarle el ánimo, recordándole que todos están viviendo tiempos difíciles, pero él no escucha. Lo atormentan pensamientos que no logra apartar: las sospechas hacia Gabriel, los recuerdos fragmentados del sabotaje, los sentimientos contradictorios hacia Begoña.

Sueños de Libertad', avance semanal capítulos del 10 al 14 de noviembre:  Una alianza inesperada y la investigación de Andrés

Andrés ha cambiado. Ya no es el hombre seguro de antes. Su mente se ha convertido en un campo de batalla entre la razón y la emoción. “A veces veo su rostro justo antes de la explosión”, murmura, refiriéndose a Gabriel. Luis se queda en silencio, intentando no juzgarlo. Sabe que su primo no está loco, pero sí profundamente herido. Le explica que su cerebro, afectado por el trauma, podría estar mezclando recuerdos reales con ensoñaciones. “Tu mente intenta llenar los vacíos con imágenes inventadas”, le dice con calma. Pero Andrés no logra convencerse. Algo en su interior le grita que lo que vio fue real, que hay una verdad que todos ignoran.

La conversación se vuelve una lucha entre la cordura y el instinto. Andrés teme que sus recuerdos sean falsos, pero también teme lo contrario: que sean verdaderos. Si su mente ha fabricado un enemigo, ¿qué dice eso de él mismo? ¿Será que en el fondo desea culpar a Gabriel porque no soporta verlo feliz con Begoña? El amor y los celos se mezclan con la culpa y la confusión, convirtiendo su mente en un laberinto. Luis, con voz compasiva, intenta guiarlo hacia la luz: “A veces necesitamos culpar a alguien para sobrevivir al dolor, pero no puedes vivir en guerra contigo mismo.”

A medida que el diálogo avanza, ambos hombres se desnudan emocionalmente. Luis, que suele ser la voz de la razón, muestra su vulnerabilidad. Andrés, en cambio, parece desmoronarse. Dice que siente que todo lo que los rodea —la fábrica, los despidos, las decisiones de los franceses— forma parte de algo más grande, una conspiración que no logra entender. Luis intenta bajarlo a tierra, pero Andrés insiste: “Nada es casualidad. Todo está conectado.”

El episodio cierra con un silencio cargado de significado. Luis cree haberlo calmado, pero el rostro de Andrés revela lo contrario. En sus ojos hay miedo, duda, un eco de verdad que todavía no se atreve a salir. En ese momento, el espectador entiende que la verdadera batalla no se libra en la fábrica, sino dentro de la mente y el corazón de los personajes. La lucha entre la memoria y la verdad apenas comienza, y cuando la pieza perdida finalmente encaje, nada volverá a ser igual.

En Sueños de libertad, los hilos del poder, la lealtad y el amor se tensan hasta el límite. Cada decisión, cada silencio, cada recuerdo alterado construye un drama donde la familia De la Reina se enfrenta a su mayor enemigo: ellos mismos. Y mientras el pasado se niega a morir, el futuro de todos pende de un frágil hilo que amenaza con romperse en cualquier momento.