Sueños de Libertad Capítulo 414(María deja de fingir su discapacidad y lucha por recuperar a Andrés)
Spoiler de ‘Sueños de Libertad’: María deja de fingir su discapacidad y lucha por recuperar a Andrés
El episodio 414 de Sueños de Libertad marca un antes y un después en la trama, con confesiones, enfrentamientos y decisiones que sacuden los cimientos de todas las relaciones. Todo comienza en la lujosa residencia de los Reina, donde la aparente calma del desayuno entre María y Gabriel esconde una tormenta emocional a punto de estallar. La tensión se palpa en cada palabra, en cada mirada. María, con una mezcla de amargura y determinación, lanza una frase que rompe el silencio: le advierte a Gabriel que no será fácil hacer que Begoña olvide a Andrés. Él, con seguridad, responde que Begoña está embarazada y que ese hijo es suyo. María, herida y desconfiada, replica con dureza, insinuando que tal vez el hijo sea de Andrés, pues los dos podrían haber estado juntos mientras ella fingía su invalidez.
Gabriel, incómodo y molesto, intenta tranquilizarla, pero María explota. Cansada de la farsa, declara que no seguirá fingiendo ser una inválida. Golpea la mesa con fuerza y grita que va a volver a caminar, que recuperará a su marido y será feliz junto a él. La determinación en su mirada deja sin palabras a Gabriel, quien la observa con una mezcla de respeto y asombro. Pero no tarda en afirmar, con voz grave y decidida, que no permitirá que Begoña críe sola a su hijo. “Ese niño es mío”, dice, “y crecerá conmigo”. María, con una sonrisa irónica, le pregunta si realmente le importa tanto, y Gabriel responde con sinceridad: quiere darle a su hijo una vida mejor que la que él tuvo, libre de miedos y dolor. En sus palabras se esconde un deseo profundo de redención.
María, perspicaz, le pregunta cómo planea lograrlo, pues sabe que Begoña no se deja manipular fácilmente. Gabriel responde con calma: tiene paciencia y tiempo, confía en que Begoña acabará aceptándolo, ya que no tiene muchas alternativas. María, sarcástica, le recuerda que la otra opción sería criar sola a su hijo, siendo señalada por todos. Pero Gabriel cambia de tema bruscamente. Lo que realmente le preocupa, dice, es la empresa. Tiene un plan para destruirla antes de que logre recuperarse, aunque no revela detalles. Con un gesto enigmático, se pone el abrigo y se marcha, dejando a María sola, pensativa, entre la satisfacción de haber reafirmado su propósito y el miedo a todo lo que podría venir.
Mientras tanto, la historia se traslada al laboratorio, donde Joaquín busca a Cristina para hablar con ella. La encuentra concentrada en su trabajo y no tarda en expresarle su sorpresa al enterarse de que piensa marcharse y vender sus acciones. Ella responde serenamente que siente que ha llegado el momento de cerrar una etapa. Joaquín, preocupado, le dice que está cometiendo un error: renuncia a algo que su tío le dejó con esfuerzo y a una oportunidad única de formar parte de la junta de perfumerías de la Reina, algo que pocas mujeres han logrado. Cristina, escéptica, cree que no puede aportar más de lo que ya hace doña Marta, pero Joaquín insiste en que su juventud y su visión moderna son justamente lo que la empresa necesita. Ella, sin embargo, lo mira con frialdad y le pide que hable con franqueza. Joaquín termina admitiendo que su familia saldrá perjudicada si ella vende las acciones, pues los Reina aumentarán su poder. Cristina, con una calma desafiante, responde que confía en don Damián para manejarlas adecuadamente. Joaquín pierde la paciencia y le advierte que no sabe con quién está tratando. Pero Cristina, agotada de tantas manipulaciones, lo detiene en seco: no permitirá que nadie más decida por ella. Se despide con firmeza, dejándolo solo, confundido y arrepentido.

En otra escena, Andrés aparece en su despacho, hablando por teléfono con Enriqueta. Su tono es urgente y preocupado. Le pide que se aleje de París temporalmente, hasta que su madre se atreva a contar la verdad. Habla con cautela, asegurándole que tiene contactos que pueden ayudarla a esconderse en España. Justo en ese momento, María entra sin avisar. Andrés, sorprendido, corta la llamada apresuradamente. Ella, sonriente, lo saluda con entusiasmo y lo invita a comer en un restaurante que solían frecuentar. Andrés, agotado, rechaza la invitación con cortesía, explicando que tiene demasiado trabajo. María insiste, pero él se mantiene firme: debe supervisar la producción y revisar la caldera. Entonces, María, herida, le pregunta si todo eso es más importante que su esposa.
Andrés, cansado, intenta razonar con ella, pero María se siente ignorada. Le reprocha que llega tarde, se va temprano y que su presencia se ha vuelto fantasmal. Con amargura, lo acusa de pensar en Begoña. Él suspira y le pide que no vuelva a ese tema, pero ella no cede. Lo acorrala con sus preguntas, exigiendo una verdad que él no puede darle. Finalmente, lo acusa de estar obsesionado con Begoña y con Gabriel, convencida de que no puede quitárselos de la cabeza. Andrés, desconcertado, le pregunta qué sucede entre ellos. María guarda silencio, disfrutando del poder de la información, hasta que finalmente revela lo que sabe: Gabriel le ha pedido matrimonio a Begoña.
La noticia cae como un golpe devastador. Andrés queda paralizado, incapaz de reaccionar. Balbucea que eso no puede ser cierto, pero María, implacable, le asegura que lo sabe porque el propio Gabriel le pidió consejo para comprar el anillo de compromiso. Luego lo mira con frialdad y sentencia: “Acéptalo, Andrés. Begoña ya eligió. Está con otro hombre.”
El silencio que sigue es absoluto. Andrés, sin decir palabra, se marcha del despacho, con el rostro desencajado. María queda sola, respirando con dificultad, con el rostro entre la satisfacción y el dolor. Ha logrado herirlo, tal como quería, pero sus lágrimas contenidas revelan que su victoria sabe a derrota. En su interior, María sabe que su lucha por recuperar a Andrés no solo la ha llevado a traicionar su propia paz, sino que la ha dejado atrapada entre el amor, la obsesión y la culpa. En el fondo, aunque intenta convencerse de lo contrario, entiende que el precio de su ambición puede ser su propia libertad.