Sueños de Libertad Capítulo 418 (Andrés lucha por su vida tras el desastre en la fábrica)
💥 Hola amigos, hoy les traigo el avance completo y detallado del capítulo 418 de Sueños de Libertad: una entrega intensa, desgarradora y cargada de emociones que dejará sin aliento a todos los seguidores de esta apasionante historia.
El episodio arranca en medio del caos absoluto. Una explosión sacude la fábrica, estremeciendo cada rincón del lugar. Las llamas se elevan mientras el humo negro lo cubre todo, y los gritos desesperados de los trabajadores se mezclan con el sonido de las sirenas a lo lejos. Algunos huyen buscando refugio, otros intentan socorrer a los heridos, pero nadie sabe realmente qué ha ocurrido. Entre la confusión, Begoña, con el corazón desbocado, siente un presentimiento terrible. Sin dudarlo, sale corriendo hacia la sala de calderas.
Tasio, al verla correr, la alcanza y la detiene bruscamente. “¡Begoña, no entres! Puede haber otra explosión. ¡Es peligroso!”, le grita tratando de hacerla entrar en razón. Pero ella, con la voz quebrada, responde: “No puedo quedarme aquí sabiendo que Andrés está adentro. No puedo quedarme sin hacer nada.” Tasio insiste, intenta frenarla, pero ella se suelta con determinación y corre hacia el humo espeso. Raúl, que acaba de llegar, se une a ellos y sin pensarlo un segundo los sigue.

Cuando logran entrar, lo que encuentran los deja sin palabras. El suelo está cubierto de escombros, las paredes derrumbadas, las tuberías rotas dejando escapar vapor y gas. Todo huele a metal quemado y desesperación. Tasio le ruega a Begoña que retroceda: “Esto puede volver a explotar, por favor, sal de aquí.” Pero ella no escucha. Entre sollozos y valentía, grita: “¡No hay tiempo para pensar! ¡Tenemos que encontrarlos!”
Los tres comienzan a mover los escombros con las manos, sin importar las heridas o el cansancio. “¡Gabriel! ¡Benítez! ¡Andrés!”, grita Begoña una y otra vez, con la voz ahogada por el polvo. Nadie responde. En ese momento aparece Joaquín, cubriéndose la cara con un pañuelo. “¿Quiénes estaban dentro?”, pregunta alarmado. Tasio contesta con el alma en un hilo: “Andrés, Gabriel y Benítez.” Joaquín asiente y se une de inmediato a la búsqueda.
De pronto, un grito corta el aire. Tasio ha tropezado con algo. Se agacha, aparta los restos de metal y su rostro se llena de horror: Benítez yace inmóvil, irreconocible, cubierto de sangre y polvo. Begoña corre, se arrodilla a su lado y le toma el pulso. “Dios mío… está muerto”, susurra, y el silencio que sigue es insoportable. Nadie puede evitar las lágrimas, pero no hay tiempo para llorar. Deben seguir buscando.
Pocos segundos después, Tasio lanza otro grito: “¡Aquí! ¡He encontrado a Andrés!” Begoña se lanza hacia él. Andrés está inconsciente, su rostro cubierto de hollín y heridas. Ella le acaricia la cara, desesperada: “Por favor, Andrés, despierta. No me hagas esto.” Pero no hay respuesta. Raúl, que sigue buscando, grita desde el otro extremo: “¡Gabriel está aquí! ¡Está vivo!” Tos y respiración débil confirman que aún hay esperanza.
Las sirenas comienzan a sonar más cerca. Bomberos, ambulancias y vecinos llegan al lugar. Los paramédicos entran corriendo, colocan a Andrés y Gabriel en camillas y los sacan entre el caos. Damián y Marta llegan corriendo, con los rostros pálidos por la angustia. “¿Qué ha pasado? ¿Dónde están?”, pregunta Damián jadeando. Begoña, entre lágrimas, apenas puede hablar: “Gabriel está consciente, pero Andrés… no despierta.” Joaquín agrega con tono grave: “Lo encontramos bajo los escombros. Apenas respiraba.”
Damián intenta correr hacia la fábrica, pero Tasio y Joaquín lo detienen. “¡No puedes entrar, aún hay riesgo! Podría derrumbarse de nuevo.” Marta, llorando, pregunta: “¿Por qué entraron si no habían hallado la avería?” Joaquín responde con pesar: “Andrés no quiso esperar. Quiso hacerlo por su cuenta.” Damián siente que el suelo le falta bajo los pies. “¿Y Benítez? ¿Dónde está Benítez?”, pregunta con un hilo de voz. Tasio baja la mirada: “Estaba con él… y no sobrevivió.”
El cuerpo sin vida de Benítez es sacado y cubierto con una manta. Damián aprieta los puños, impotente. Luego se acerca a Begoña y le pide: “Ve con Gabriel. Él te necesita. Yo me quedo con Andrés.” Ella asiente y sube a la ambulancia. En ese momento sacan a Andrés, y Damián corre a su lado. “¿Sigue con vida?”, pregunta. Joaquín responde: “Sí, pero está muy grave. Lesiones internas.” Sin pensarlo, Damián sube a la ambulancia con él. Marta quiere acompañarlos, pero su padre le pide que se quede. “Ayuda aquí, hija, calma a los demás.” Marta, entre sollozos, responde: “No puedo, papá. No puedo tranquilizar a nadie.” Él la abraza con fuerza: “Todo saldrá bien, confía.”
Mientras tanto, en la casa de la familia Reina, el pánico se apodera de María. Camina sin parar por el salón. “¿Han llamado? ¿Sabemos algo de la fábrica?” pregunta una y otra vez. Manuela intenta calmarla ofreciéndole té, pero María lo rechaza de golpe: “No quiero té, quiero saber si mi marido está vivo.” Manuela explica que Pelayo está haciendo gestiones y pronto traerá noticias. Cuando él aparece con gesto sombrío, María corre hacia él. “Dime que no ha pasado nada, por favor.” Pelayo respira hondo y dice: “Gabriel y Andrés están en el hospital. Estaban en la sala de calderas cuando ocurrió la explosión.”
María se lleva las manos al pecho, temblando. “No… no puede ser.” Cuando Pelayo agrega que Andrés sigue inconsciente, María grita desesperada: “¡No! ¡No puede morir! ¡Sería demasiado injusto!” Él intenta tranquilizarla recordándole que solo se ha confirmado una muerte, la de Benítez, pero ella no puede escuchar. “Tengo que verlo, Pelayo. Quiero estar con él. Quiero darle fuerzas.” Él duda, pero finalmente asiente. “De acuerdo, te llevaré, pero necesito hacer unas llamadas.” María lo interrumpe entre sollozos: “No hay tiempo. Llama al chófer, Manuela, por favor.” Pelayo suspira y cede: “Está bien, iremos juntos.”

En el hospital, Begoña y Damián esperan frente al quirófano. Cuando María llega, se lanza hacia ellos. “¿Cómo está? ¿Qué dicen los médicos?”, pregunta con voz rota. Begoña le contesta: “Está siendo operado. Tiene una hemorragia interna, pero están haciendo todo lo posible.” María pregunta por Gabriel y suspira al oír que su esposo está consciente. “Así que él se salva…”, murmura con un tono entre alivio y rabia contenida. Begoña, intentando mantener la calma, le dice: “María, cuando Andrés entró, sabía que había riesgo. Lo hizo para proteger a todos.” Pero María, aún fuera de sí, responde: “Pues no lo suficiente, porque si lo hubiera sabido, no estaríamos aquí.”
Begoña la mira con tristeza. “Tú estabas muy nerviosa antes. Me pediste que lo buscara, como si supieras que algo pasaría.” María reacciona enseguida: “Claro que estaba nerviosa, cualquier esposa lo estaría.” Damián interviene para cortar la tensión. “Ahora no es momento de buscar culpables. Lo importante es mantenernos unidos.”
Mientras tanto, Tasio está solo en su despacho, con el teléfono en la mano y lágrimas corriendo por su rostro. “¿Pueden darme noticias de los heridos, por favor? Necesito saber si Andrés sigue vivo.” Al no recibir respuesta, cuelga, se cubre el rostro con las manos y rompe en llanto. Su esposa entra y lo abraza mientras él repite una y otra vez: “No debí dejarlo ir. No debí permitirlo.”
La noche cae sobre la colonia y el hospital permanece en silencio. Frente al quirófano, todos esperan una sola noticia: que Andrés despierte. Las horas pasan lentas, el miedo se instala en cada mirada. Y mientras las luces del quirófano siguen encendidas, el espectador sabe que nada volverá a ser igual después de esta tragedia.
El destino, una vez más, ha puesto a prueba el amor, la lealtad y la fe de los personajes de Sueños de Libertad. 💔🔥