Sueños de Libertad Capítulo 425 (Andrés despierta del coma y todo cambia en Sueños de Libertad)

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En el hospital, el ambiente estaba cargado de tensión, cada respiración parecía resonar en las paredes mientras el pitido constante de las máquinas acompañaba a Andrés, quien yacía débil, atrapado en un estado de coma que mantenía en vilo a todos los que lo amaban. María permanecía a su lado, inmóvil, como si su propia presencia pudiera ayudar a traerlo de vuelta a la vida. Su mirada estaba fija en él, llena de una mezcla de amor, miedo y esperanza que se reflejaba en cada gesto, en cada suspiro. A su alrededor estaban Damián, su amigo de confianza y socio de siempre, y Marta, la hermana de Andrés. Los tres compartían la misma combinación de agotamiento y ansiedad, intentando sostener la calma mientras esperaban señales que les indicaran que aún había esperanza.

Marta, con la voz cargada de cansancio y preocupación, se acercó a María y le dijo: —María, deberías ir a casa un rato. Necesitas descansar; llevas días sin dormir ni comer bien. Pero María negó con firmeza, sin apartar la mirada de Andrés: —No puedo dejarlo solo. Tengo que estar aquí cuando despierte. Damián, incapaz de ocultar su frustración, se cruzó de brazos y exclamó con voz contenida: —Esto ya es demasiado. Hemos estado así semanas enteras, y los médicos no nos dicen nada nuevo.

María, intentando mantener la calma, replicó: —Nos pidieron paciencia. Dijeron que debemos esperar, que puede despertar en cualquier momento. Marta, con lágrimas recorriendo sus mejillas, se inclinó sobre la cama y tomó la mano de su hermano: —Queremos verte abrir los ojos, Andrés. Queremos escucharte de nuevo. Todos te necesitamos —susurró, con la voz entrecortada por la emoción. La habitación se llenó de un silencio denso, cargado de temor y deseo, mientras Damián hacía un gesto a María para que lo acompañara al pasillo.

Sueños de libertad - Temporada 2 - Capítulo 425 (29-10-25)

Una vez afuera, Damián bajó la voz y le habló con urgencia: —María, esta tarde hay una junta urgente. Tenemos que decidir si aceptamos o no la oferta de Maina. María lo miró con seriedad, consciente del peso de la decisión: —¿Tenemos otra alternativa? —Podríamos esperar la respuesta de la aseguradora, pero estos italianos no toleran más demoras —explicó Damián—. Si se quedan con el 51% de la empresa, perderíamos el control total. María reflexionó unos instantes antes de responder: —Entiendo lo que dices, pero si no aceptamos, podríamos terminar en quiebra. Andrés no querría eso, y Julia, su hija, podría perder la mitad de su herencia.

Damián, con voz firme, insistió: —Prefiero que conserve la mitad a que se quede sin nada. Andrés siempre luchó por proteger lo que construyó. No voy a dejar que todo se pierda. María comprendió la magnitud de su responsabilidad. Mientras Andrés permaneciera en ese estado, ella debía ser su voz, su guía en decisiones que podrían cambiar el destino de toda la familia.

Pero en ese instante, un grito ahogado rompió el hilo de sus pensamientos. Era Marta, que desde la habitación llamaba con urgencia. María corrió de inmediato. Al entrar, vio algo que cambió todo: Andrés había movido ligeramente los dedos. Marta lloraba de emoción, incapaz de contenerse. Andrés estaba despertando. Con el corazón acelerado, María se lanzó hacia él, le tomó la mano y, con la voz temblorosa por la emoción, le susurró: —Andrés, soy yo, María. ¿Puedes oírme, amor? Estoy aquí contigo.

Los segundos se hicieron eternos mientras Andrés parpadeaba lentamente. María contuvo la respiración. Marta corrió hacia el pasillo, gritando: —¡Enfermera! ¡Llamen al médico! Andrés ha despertado. Pronto, un grupo de enfermeras entró apresuradamente, seguidas del médico de guardia, quienes revisaron sus constantes vitales, iluminaron sus pupilas y evaluaron cada reflejo. Tras unos momentos de observación, el doctor levantó la vista y sonrió: —Está saliendo del coma. Es un proceso delicado, pero es una señal excelente.

María se llevó las manos al rostro, llorando de felicidad. Marta, conmovida, acarició su hombro en silencio, y Damián, por primera vez en semanas, sonrió con alivio. Corrió al teléfono del hospital para dar la noticia: —Gabriel, soy Damián —dijo con alegría contenida—. Tengo una gran noticia: Andrés ha despertado.

Gabriel escuchó en silencio del otro lado, tratando de mantener la calma mientras el rostro se le tornaba pálido. —¿Qué? ¿Ha despertado? —preguntó, con una mezcla de nerviosismo y miedo. —Sí, abrió los ojos. Los médicos dicen que está comenzando a recuperarse —confirmó Damián. Gabriel intentó sonar alegre, aunque su voz temblaba: —Eso… eso es increíble… Por fin las cosas empiezan a mejorar. —¿Esto lo cambia todo? —preguntó. —Sí, lo cambia todo —respondió, mientras colgaba lentamente, quedando inmóvil y pensativo en su despacho. Su mente se llenó de ansiedad: si Andrés recordaba lo ocurrido antes del accidente, todos sus esfuerzos por ocultar la verdad podrían venirse abajo.

Mientras tanto, en el hospital, María no soltaba la mano de Andrés. —Estamos aquí contigo, amor. Todo va a estar bien —susurraba emocionada. El médico dio instrucciones a las enfermeras y salió, dejando a la familia alrededor del hombre que había vuelto a la vida. Marta no dejaba de llorar, Damián respiraba aliviado, y María permanecía junto a Andrés, firme, protegiendo cada segundo de su despertar.

Sueños de libertad', avance del 14 al 18 de julio: Damián e Irene se besan  y Andrés se pone celoso | Series

Gabriel, por su parte, caminaba de un lado a otro en su despacho, temblando de nervios y ansiedad. Su secreto, aquel que había creído enterrado para siempre, podía salir a la luz con una sola palabra de Andrés. Cada movimiento de su esposo, cada intento de hablar, era una amenaza para su posición, su reputación e incluso su libertad. El sol comenzaba a caer, y con él, la presión sobre todos los involucrados se hacía más intensa.

Esa noche, María finalmente se quedó dormida junto a la cama de Andrés. Él, aunque débil, intentó mover los labios, intentando decir algo. Marta se inclinó y acercó el oído, tratando de entender cada sonido casi imperceptible. Andrés pronunció un nombre apenas audible: Gabriel. Marta se quedó paralizada, mientras María y ella compartían una mirada de preocupación silenciosa. El nombre mencionado dejó un aire de inquietud en la habitación, una señal de que los secretos pronto podrían ser revelados.

Mientras tanto, Gabriel no podía dormir. La noticia del despertar de Andrés lo mantenía inquieto, respirando con dificultad y dando vueltas en su casa. Su secreto estaba en riesgo. Todo lo que había hecho para protegerse podía venirse abajo de un momento a otro. El destino de todos los involucrados estaba cambiando de forma irrevocable. Andrés había despertado, y con él, la posibilidad de que la verdad finalmente saliera a la luz.

¿Podrá Gabriel mantener su secreto ahora que Andrés está consciente? ¿Recuperará Andrés la memoria de lo ocurrido antes del accidente? ¿Aceptarían María y Damián la oferta italiana para salvar la empresa, aun sabiendo lo que podrían perder? Los próximos capítulos prometen emociones al límite, decisiones difíciles y secretos que podrían cambiarlo todo.