Sueños de Libertad Capítulo 429 (Gabriel solo camino a París:¿Tendrá éxito este arriesgado viaje?)
Sueños de libertad: la caída del imperio de la Reina
El episodio 428 dejó al público sin aliento. La aparente salvación resultó ser una cruel trampa, y el desenlace fue tan devastador como inesperado. Masina, el supuesto inversor italiano en quien todos depositaron su confianza, se reveló como una mera marioneta. Detrás de él, moviendo los hilos con maestría y frialdad, se encontraba Brosart, la poderosa corporación francesa que finalmente logró su cometido: hacerse con el 51% de las acciones y arrebatar el control total de la empresa. La familia de la Reina perdió todo, no solo su patrimonio, sino también su orgullo y su legado. Lo que antes era una lucha por mantener el negocio a flote, ahora se convierte en una batalla por la supervivencia misma.
El episodio 429 arranca en un ambiente cargado de tensión y tristeza. La llamada telefónica que Joaquín recibió en el capítulo anterior resuena como un eco fúnebre en la memoria de todos. En la casa familiar, el aire se siente denso, casi irrespirable. Carmen intenta reconfortar a su esposo, pero Tasio está sumido en la culpa. No puede dejar de pensar en las advertencias de su padre, a quien ignoró. Ahora comprende el alcance del error. Siente que ha destruido con sus propias manos el legado de generaciones.
Mientras Tasio se encierra en un silencio atormentado, Damián explota. Su rabia es incontenible, un volcán que llevaba tiempo acumulando presión. Sale disparado hacia la casa de Digna, no buscando consuelo, sino una válvula de escape para su frustración. Acusa a los jóvenes —a Tasio, a Joaquín y hasta a los hijos de Digna— de haber sido imprudentes y crédulos. Los culpa de confiar en un extranjero sin prever las consecuencias. El enfrentamiento entre Damián y Digna se torna feroz. Ella, dolida pero firme, defiende a los suyos. Le recuerda que fue él quien aprobó la operación en última instancia. Que todos, incluso ella, actuaron creyendo que salvarían la fábrica.

La tensión crece cuando Joaquín interviene. No soporta las recriminaciones de Damián y estalla: dice que no había alternativa, que la ampliación de capital era imposible y que nadie quiso escuchar a tiempo. Las palabras caen como cuchillos. La brecha generacional se hace visible. Damián siente que los suyos lo han traicionado; los jóvenes, por su parte, sienten el peso de haber fracasado pese a intentarlo todo. Digna, atrapada entre ambos bandos, comprende que todos tienen parte de razón, pero también que ya no hay marcha atrás. Han perdido el control y deben aceptar las consecuencias.
En medio de ese caos, Gabriel emerge como la única esperanza. Debe viajar a París para intentar revertir lo ocurrido, aunque sabe que la misión roza lo imposible. Manuela lo ayuda a preparar su equipaje mientras la urgencia flota en el ambiente. Debe salir esa misma noche rumbo a Madrid y de allí a Francia. Antes de irse, se despide de Begoña. La escena es tierna, pero cargada de inquietud. Gabriel le pide que se cuide, recordándole que está embarazada. En sus palabras se mezcla el amor y el miedo, la ternura y la resignación. Poco después, Damián llega para informarle que Andrés ha despertado del coma… y ya conoce la catástrofe que ha azotado a la familia. Damián deposita su última fe en Gabriel, rogándole que enfrente a Brosart con toda su fuerza. Gabriel promete hacer lo posible, aunque no oculta la realidad: “Revertir este contrato es casi un milagro”, le dice con amargura.
En el hospital, Andrés intenta asimilar lo sucedido. Su cuerpo se recupera lentamente de la explosión, pero su mente está devastada. Para él, la pérdida de la empresa es más que un fracaso económico: es una humillación personal. La herencia familiar, construida con años de esfuerzo, se ha derrumbado ante sus ojos.
Mientras tanto, Luz y Luis Merino también enfrentan su propio dilema. Tras visitar a Begoña y enterarse del desastre, vuelven abatidos. En una conversación íntima, Luis sugiere retomar un viejo plan: marcharse a Argentina y empezar de cero. Luz, aunque al principio duda, considera la posibilidad. Ambos saben que tienen talento y podrían rehacer su vida lejos del caos. Pero también sienten el peso de las raíces, de la gente y de la historia que los ata a la colonia. Su charla no es una decisión concreta, sino el reflejo del miedo compartido al futuro incierto.
En otra habitación del hospital, Andrés conversa con Begoña o quizás con María. Habla de su experiencia cercana a la muerte y confiesa haber sentido la presencia de quienes lo esperaban. Las palabras “Rezamos mucho para que despertaras” resuenan con fuerza. Es un momento profundamente humano, que recuerda cuánto ha costado llegar hasta aquí. Andrés promete a su padre que luchará por recuperar lo que les pertenece.
Pero la calma dura poco. Un nuevo peligro se cierne sobre Marta. Un hombre desconocido, de aspecto sombrío, la contacta y le ordena presentarse en la prisión provincial de Toledo. La amenaza es directa: si no va, arruinará su vida. Marta queda paralizada. Acababa de empezar a creer en un futuro mejor, y ahora el pasado vuelve para perseguirla. Nadie sabe si este enemigo está vinculado a Brosart o si se trata de una conspiración distinta, pero su presencia añade un aire de inquietud al relato.
A pesar de las ruinas, hay quienes se niegan a rendirse. Luz y Begoña, inspiradas por la idea de Claudia y Gaspar, deciden formar una nueva alianza con los trabajadores. Juntas planean invertir en la producción de una crema natural creada por Begoña, un producto con potencial revolucionario. Esta vez, las mujeres toman el liderazgo, decididas a construir algo nuevo desde las cenizas. Sin embargo, el camino no será fácil. La primera reunión en la cantina termina en fracaso, con burlas y desprecio. Chema, con su habitual sarcasmo, ridiculiza la idea llamándolas “vendedoras de feria”. Pero a pesar del desánimo, la chispa del cambio ya está encendida.
Mientras tanto, el hombre misterioso reaparece, esta vez con una nueva máscara. Se presenta ante Marta con amabilidad, fingiendo interés en su trabajo y ofreciéndole un perfume para probar. Ella, sin reconocerlo, elogia la fragancia. La escena es inquietante: un juego de engaños donde la amenaza se disfraza de cortesía. Todo indica que su plan aún no ha terminado.

Por su parte, Marta enfrenta un drama aún más doloroso. Digna, destrozada por la culpa, le confiesa que fue responsable, aunque accidentalmente, de la muerte de Jesús de la Reina. Marta, en shock, se marcha sin pronunciar palabra. Busca refugio en Pelayo, el único en quien confía. Le revela que no siente odio, sino una tristeza inmensa. Recuerda los horrores del pasado y comprende que Digna también es una víctima.
Finalmente, tras la reflexión y el consejo de Pelayo, Marta decide volver y enfrentar a Digna. Esta vez no hay gritos ni reproches, solo comprensión. Marta le dice que no necesita disculparse, que el dolor compartido las une más de lo que las separa. Digna rompe a llorar de alivio, y en ese abrazo nace un frágil pero sincero perdón.
En otro rincón de la historia, Claudia también atraviesa un momento de vulnerabilidad. La noticia de que Raúl, su expareja, estuvo a punto de sufrir un accidente la sacude profundamente. Cristina, demostrando su inquebrantable amistad, decide quedarse unos días más para acompañarla. La invita a salir, a respirar, a recuperar la sonrisa. Entre tanto caos, esta amistad femenina se convierte en un pequeño faro de luz.
El episodio concluye con un plano final cargado de simbolismo: Gabriel, en el avión hacia París, mira por la ventanilla con gesto sombrío. Lleva sobre sus hombros la última esperanza de la familia de la Reina. Mientras el avión se pierde entre las nubes, queda la pregunta flotando en el aire: ¿podrá revertir lo irreversible o esta batalla marcará el final definitivo de un imperio?
“Sueños de libertad” cierra así un capítulo de pérdidas, redenciones y nuevos comienzos. La derrota ha sido brutal, pero de las cenizas surgen mujeres y hombres dispuestos a luchar de nuevo. Porque incluso cuando todo parece perdido, siempre hay una chispa que se niega a apagarse.