Sueños de Libertad Capítulo 431 Completo Audio Español – El perfume de la verdad
💫 “Sueños de Libertad 432: El perfume de la memoria” 💫
El amanecer llega cargado de presagios en Sueños de Libertad. Lo que parecía un cierre se convierte en un nuevo comienzo marcado por el misterio, la traición y un descubrimiento que amenaza con reescribir la historia de toda la familia de la Reina. El pasado, que muchos creyeron enterrado, resurge envuelto en el aroma inquietante del perfume “Pasión Oculta”… o, mejor dicho, de su verdadero nombre: LV42.
La mansión de los de la Reina despierta entre sombras. El aire está denso, casi inmóvil, como si la casa misma presintiera el peso de lo que está a punto de revelarse. Andrés se incorpora bruscamente en la cama, empapado en sudor. El mismo sueño, una y otra vez: fuego, voces distantes y el rostro de Begoña entre humo y lágrimas. Cada vez que abre los ojos, siente que ha olvidado algo esencial, una verdad que lo persigue incluso en el silencio.
Abajo, Begoña prepara café con manos temblorosas. Desde que Andrés volvió del hospital, su relación ha sido una danza frágil entre la ternura y el miedo. “¿Recuerdas algo?”, se atreve a preguntar. Andrés la observa con desconcierto. “Solo un olor… y alguien que me llamaba por mi nombre.” Sus palabras son simples, pero encierran una promesa: la memoria está regresando.
Mientras tanto, en la fábrica, el mundo sigue girando, aunque el corazón del negocio late con dificultad. Tasio recibe una notificación: será reemplazado. Entra una mujer elegante, fría, con un aire de poder extranjero. “Soy Chloé Dupois, representante de Brosart”, anuncia con una sonrisa que corta el aire. No ha venido solo a supervisar —ha venido a descubrir la verdad detrás del accidente y del misterioso proyecto que todos evitan mencionar.

Pelayo intenta mantener el control político, pero ni su título de gobernador lo protege de las grietas que se abren en su entorno. Damián, por su parte, contempla el amanecer desde el jardín, sabiendo que los secretos no mueren, solo esperan el momento oportuno para regresar. Y ese momento ha llegado.
En París, Gabriel de la Reina regresa con el rostro sombrío. Ha intentado cerrar acuerdos, pero lo que ha encontrado lo perturba. Entre los documentos de Brosart aparecen firmas, fechas y una palabra que se repite como una maldición: LAV42. No sabe aún lo que significa, pero su instinto le dice que todo —la explosión, la pérdida de memoria de Andrés, incluso el embarazo de Begoña— está conectado.
Esa misma tarde, Andrés tiene un nuevo destello. Está de pie frente al espejo cuando la imagen lo golpea como un rayo: el laboratorio, el frasco de perfume, la voz de Begoña pidiendo tiempo. “¡Estuviste allí!”, grita. Ella se queda sin aliento. “Intenté detenerlo, Andrés… intenté salvarlo. Pero me equivoqué.” Sus palabras se rompen en llanto. Él la observa, con la mirada dividida entre el amor y el desconcierto. “No sé si todavía te amo —dice con voz baja—, pero no puedo odiar a quien mi memoria busca cada noche.” Desde el pasillo, María escucha, comprendiendo al fin que el amor no se elige: simplemente regresa a donde pertenece.
De noche, Gabriel enfrenta a Chloé en su despacho. “Tú lo sabías todo”, le recrimina. Ella lo mira con frialdad: “Y ahora que él recuerda, todos estamos en peligro.” La amenaza flota entre ellos como un veneno invisible.
A la mañana siguiente, Andrés comienza a escribir en su cuaderno: “El perdón no borra el pasado, pero lo vuelve habitable.” Begoña lo observa desde la ventana, comprendiendo que su historia con él ha llegado a su fin. Se marcha en silencio, dejando atrás la casa y el amor que no pudo salvar. “Si el dolor regresa —susurra al cerrar la puerta— lo dejaré entrar. Sin él, no sabría cuánto te amé.”
Sin embargo, la historia no termina ahí.
Horas más tarde, en su apartamento madrileño, Begoña despierta sobresaltada. Sobre la mesa, alguien ha deslizado un sobre bajo la puerta. Dentro, una fotografía antigua del laboratorio: ella y un hombre que no es Andrés. Detrás, una frase escrita a mano: “La verdad nunca fue una sola.”
En Santa Eugenia, Andrés regresa a la fábrica. El eco de sus pasos resuena en los pasillos vacíos. Se detiene ante el laboratorio reconstruido, intentando ordenar los fragmentos de su mente. “No deberías estar aquí”, le advierte una voz detrás. Es Tasio, con el rostro cansado. “Busco lo que no consigo recordar”, responde Andrés. “Hay cosas que es mejor no recordar”, replica el viejo con tristeza.
Mientras tanto, en París, Chloé revisa documentos clasificados. Uno de ellos lleva la firma de Damián de la Reina. El título: Proyecto LAV42. Su respiración se corta. Reproduce un archivo de audio adjunto. Es la voz de Damián: “Todo debe permanecer oculto. Nadie debe saber lo de LV42. Especialmente Andrés.”
Al otro lado del continente, Gabriel recibe una llamada anónima. “Usted sabe lo que ocurrió en la explosión.”
“¿Quién es?”
“Soy alguien que trabajó en el laboratorio. Sigo viva.”
La línea se corta. El silencio que sigue es más revelador que cualquier palabra.
Poco después, Andrés se encuentra con el ingeniero Benítez, un hombre consumido por la culpa. “Aquel día hubo más que fuego”, confiesa. “Había una sustancia nueva. Usted mismo firmó su aprobación.” Andrés lo mira horrorizado. “No recuerdo eso.” “No, porque alguien no quería que lo recordara”, responde Benítez con la voz quebrada.
De regreso en casa, Andrés abre un cajón y encuentra un cuaderno negro con la inscripción Protocolo LV42. Entre las páginas, una nota escrita con la letra de Begoña: “Si lees esto, ya es tarde.” Su corazón se detiene.

En Madrid, Begoña busca respuestas. Se reúne con el doctor Víctor, antiguo investigador de Brosart. “¿Fue usted quien me envió la foto?”
“No —responde él—, pero sé quién lo hizo. LV42 no era un perfume. Era un experimento sobre la memoria, una fragancia capaz de activar o borrar recuerdos.”
Ella queda paralizada. “Pasión Oculta” fue solo la versión comercial. La verdadera fórmula se probó el día de la explosión.
Cuando sale del café, la lluvia cae con fuerza. Siente una sombra siguiéndola. En el suelo, una nota: “Si hablas, te quitarán todos tus recuerdos.”
Esa misma noche, Gabriel visita a Damián. “¿Usted sabía lo de LV42?”
“El proyecto comenzó antes de que Andrés naciera —confiesa el viejo—. No creamos un perfume, Gabriel. Creamos una memoria.”
Bajo la tormenta, Andrés destapa el frasco de Pasión Oculta. El aroma lo envuelve. De repente, imágenes fugaces: una habitación blanca, un niño llorando, Begoña observándolo con miedo. Abre los ojos jadeando. ¿Eran recuerdos… o algo implantado?
En París, Chloé se reúne con un hombre en un sótano oscuro. “Brosart quería LV42, pero ya no la controlan.”
“Entonces, ¿quién lo hace?”, pregunta ella.
“El que creías desaparecido.”
Horas después, llega la noticia que sacude a todos: Begoña ha desaparecido. En la estación solo encuentran su bufanda. Andrés lo comprende al instante. Ella no está perdida… está huyendo de su propia memoria.
En su estudio, abre el cuaderno y lee la última página:
“No eres solo un heredero, Andrés. Eres parte de LV42.”
El mundo se detiene. Frente al espejo, su reflejo le resulta ajeno. La voz del narrador cierra el episodio con un susurro que hiela la sangre:
“Cuando la memoria deja de pertenecernos… ¿qué queda de la verdad?”
El viento golpea las ventanas, el perfume flota en el aire, y la historia, que creíamos cerrada, apenas comienza.
Próximamente: Sueños de Libertad – Episodio 432: El perfume de la memoria.