Sueños de Libertad Capítulo 436 (Andrés y Luis: una charla sobre culpa, verdad y memoria)

🔥La niebla de la duda. Entre la culpa, la memoria y la verdad.🔥

El aire entre Andrés y Luis era tan denso que parecía que el tiempo se hubiera detenido. Los dos primos se miraban en silencio, conscientes de que estaban al borde de un abismo emocional del que ya no había vuelta atrás. La fábrica, los despidos, las traiciones y los silencios los habían dejado exhaustos. No era solo cansancio físico: era una fatiga del alma. Un peso invisible que los aplastaba día tras día. Andrés, con la mirada perdida y los hombros hundidos, hablaba con la voz de quien ha perdido toda esperanza. “Da igual lo que haga, Luis. Todo sale mal. Es como si una maldición nos siguiera.”

Luis, siempre el más sereno, intentaba mantener la calma, aunque también arrastraba su propio dolor. Sabía que su primo estaba hundido, pero lo que lo preocupaba de verdad era esa chispa de desesperación en sus ojos, ese vacío que no se llenaba con palabras. La conversación empezó con un tono sombrío, como si ambos se prepararan para asumir una derrota inevitable. Hablaron de las renuncias recientes, de los golpes que la familia había sufrido, de cómo los intereses externos habían convertido su historia en un tablero de ajedrez donde las piezas eran vidas humanas.

Andrés reconoció que la última decisión lo había tomado completamente por sorpresa. “No lo vi venir”, murmuró. Luis asintió, intentando darle un sentido lógico a todo. “Cuando una persona llega a su límite, Andrés, lo más normal es que quiera paz.” Sabían que era cierto, pero eso no hacía que doliera menos. Ambos compartían la sensación amarga de haber perdido el control, de ver cómo otros decidían por ellos el destino de lo que durante generaciones había sido suyo.

Sin embargo, Luis notó algo más. La voz de su primo temblaba, no solo por cansancio o rabia. Había un miedo oculto, un pensamiento que Andrés intentaba reprimir. Lo conocía demasiado bien como para no verlo. “Andrés, mírame”, le dijo con calma. “Esto no es solo por la fábrica. ¿Qué te pasa realmente?” Fue entonces cuando el muro se rompió. Andrés bajó la cabeza, respiró hondo y soltó lo que llevaba días quemándole el pecho: no podía dejar de pensar en Gabriel.

Tráiler de ‘Sueños de libertad’

El nombre bastó para que la tensión volviera a invadir el aire. Gabriel: el primo, el rival, el hombre al que había señalado como culpable del sabotaje que casi le costó la vida. Luis suspiró, cansado de la misma conversación. “Ya hablamos de eso. Déjalo ir.” Pero Andrés negó con firmeza. “No. He cambiado de idea. Marta me llamó. Gabriel aceptó el cargo de director, pero con una condición: reducir los despidos.” Luis lo miró sorprendido. “¿En serio?” Andrés asintió. “Si fuera el traidor, no haría eso. No se arriesgaría por los trabajadores. No tendría sentido.”

Por primera vez en mucho tiempo, las palabras de Andrés sonaban menos amargas, más humanas. Luis sintió un leve alivio. “Me alegra oírte decir eso, primo. Has cargado con demasiados fantasmas.” Pero Andrés no sonrió. Su alivio duró un instante. “Los fantasmas siguen aquí”, susurró. “Solo que ahora son peores. Me vienen imágenes de Gabriel antes de la explosión. No sé si son recuerdos reales o cosas que mi cabeza inventa.”

Luis escuchó en silencio. Sabía que su primo seguía atrapado entre la verdad y la paranoia. “No estás loco”, le dijo con voz firme. “Después de un trauma así, la mente intenta rellenar los huecos. Es normal. Son ensoñaciones, fragmentos mezclados entre lo que pasó y lo que temes.” Pero Andrés no podía aceptar esa explicación tan racional. “No me consuela pensar que mi memoria me miente”, dijo con una tristeza que helaba. “Si me he inventado esas imágenes, significa que, en el fondo, yo quería que Gabriel fuera el culpable.”

Luis lo miró con compasión. Sabía a qué se refería. Detrás de toda esa confusión había algo más profundo: los celos. “Sé que la relación entre Gabriel y Begoña te duele”, le dijo suavemente. “Pero no puedes dejar que eso te ciegue. Que se vayan a casar no lo convierte en enemigo.” Andrés bajó la mirada. Era cierto. Había querido odiarlo desde el momento en que Begoña eligió a Gabriel, aunque se negara a admitirlo.

El silencio volvió, pesado, casi doloroso. Era como si cada palabra abriera una herida nueva. Andrés se debatía entre la razón y el corazón. Por un lado, quería creer a Luis, aceptar que sus recuerdos podían estar distorsionados. Pero por otro, algo en su interior gritaba que había una verdad oculta, algo que nadie más podía ver. “Gabriel siempre ha sido encantador”, murmuró. “Sabe ganarse a la gente. Si fuera culpable, sabría cómo esconderlo. Pero… enfrentarse a Brosar no parece algo que haría un traidor.” Su voz temblaba. Estaba atrapado en una contradicción que lo estaba destruyendo.

Sueños de libertad', avance de hoy martes 18 de febrero: Andrés consigue  demostrar su inocencia y salir por fin de la cárcel | Series

Luis intentó mantenerlo firme. Le habló de paciencia, de esperanza, de la posibilidad de sanar. Pero Andrés ya no confiaba ni en su propia mente. “No entiendo nada”, dijo al borde del llanto. “Cada vez que intento darle sentido a lo que recuerdo, me pierdo más.” Luis apoyó una mano sobre su hombro. “No estás solo. No dejes que la oscuridad te arrastre. A veces la mente se defiende así, inventando historias para no sufrir.”

Pero Andrés seguía inmóvil, con la mirada perdida en un punto invisible. Había algo más, una pieza del rompecabezas que aún no encajaba. Lo sentía en lo más profundo. “Es como si supiera algo que no puedo recordar”, murmuró. “Algo que lo cambia todo.” Luis lo observó con una mezcla de tristeza y miedo. Sabía que su primo se encontraba en una batalla interna mucho más grande que la que se libraba en la fábrica. La guerra real era dentro de su cabeza, entre la verdad y la culpa.

La conversación terminó sin conclusiones. Luis pensó que lo había calmado un poco, pero la mirada de Andrés seguía siendo un mapa de confusión, miedo y remordimiento. En el fondo, los dos sabían que nada estaba resuelto. Habían hablado de negocios, de recuerdos, de traiciones, pero lo que realmente se había puesto sobre la mesa era algo más íntimo: la fragilidad de la mente humana cuando la realidad se desmorona.

Luis, el hombre racional, descubría que ni siquiera la lógica puede salvar a alguien que ha perdido la confianza en sí mismo. Y Andrés, el hombre roto, comprendía que el mayor enemigo no siempre está fuera, sino dentro. Entre los ecos de la explosión, las voces del pasado y los silencios de una culpa no confesada, ambos quedaron atrapados en un laberinto donde la lealtad, el amor y la verdad se confundían peligrosamente.

Esa noche, cuando el silencio se adueñó de la casa, Luis sintió que algo no terminaba de encajar. Las palabras de su primo resonaban en su cabeza como una advertencia. Quizás las imágenes que atormentaban a Andrés no eran tan falsas como parecían. Tal vez, tras la niebla de la confusión, se escondía una verdad demasiado terrible para ser recordada.

Y así, mientras el pueblo dormía, la duda seguía respirando entre ellos. Invisible, silenciosa, pero viva. Porque a veces, lo que más duele no es lo que se ha perdido… sino lo que aún no se ha descubierto.