Sueños de Libertad Capítulo 436 (El Final: Poder, Traición y un Amor Prohibido en la Familia)

💥El peso del pasado. Un final entre el poder, la sangre y la verdad. Primera parte💥

La tensión era tan espesa que podía cortarse con un cuchillo. En la sala de juntas, el aire olía a traición y a despedidas. Marta de la Reina, la mujer que durante décadas había sostenido el emporio familiar con sus propias manos, se encontraba frente a Chloe, la ejecutiva impecable de Brosar, quien acababa de entregarle un informe con los nuevos términos de la compañía. Las cifras eran frías, impasibles, como si no hablaran de personas sino de simples números. Marta intentó mantener el control, pero en el fondo sabía que estaba presenciando el ocaso de su legado.

El nombre de Gabriel resonó en su mente como un eco amargo. Su sobrino, el mismo que había sido preparado desde niño para heredar el poder de la familia, había rechazado el puesto de dirección. “¿Con qué Gabriel ha dicho que no al cargo?”, murmuró Marta con incredulidad. Chloe, sin inmutarse, respondió con esa cortesía calculada que esconden los tiburones de los negocios. “Así es. Dice que sus prioridades personales no encajan con el liderazgo que requiere Brosar”. Marta entendió el mensaje oculto: su familia ya no era lo que solía ser.

Primero fue Joaquín, el primo leal que renunció tras ser humillado y rebajado. Ahora, Gabriel. El apellido De la Reina, símbolo de poder y respeto, se desmoronaba ante sus ojos. Chloe siguió hablando, elogiando a Tacio, el nuevo líder dócil y obediente, que había cumplido sin pestañear las órdenes de despedir a media plantilla. Para ella, eso era “liderazgo eficiente”. Para Marta, era el principio del fin. Ella no podía separar las emociones de los negocios, porque la fábrica era su vida, su familia, su historia. Escuchar a Chloe decir que el pasado y los sentimientos eran un lastre fue como recibir una sentencia. Sin saberlo, la joven ejecutiva acababa de describir el derrumbe total que se avecinaba.

Capitulo 436


Segunda parte. La decisión de Julia.

En una tarde silenciosa, la pequeña Julia jugaba en el suelo del salón con una muñeca vieja que alguna vez perteneció a su padre. Afuera, el viento susurraba entre los árboles y traía consigo el olor de la tierra mojada. Digna la observaba con una mezcla de ternura y tristeza. Desde la muerte de Jesús, la niña había perdido su brillo infantil. Ahora hablaba con una madurez dolorosa, como si la vida le hubiese robado la inocencia antes de tiempo.

“¿Estás segura de lo que quieres hacer?”, preguntó Digna suavemente. Julia asintió sin dudar: “Quiero que Begoña y Gabriel sean mis papás”. Su voz era pequeña pero firme. Digna sintió un nudo en la garganta. Intentó explicarle que ya tenía una familia, pero Julia la interrumpió con una lógica pura e inocente. “Quiero una familia normal, como mis amigas del cole: una mamá, un papá y ahora un bebé.”

Digna apenas pudo contener las lágrimas. La niña soñaba con un futuro luminoso, sin saber que estaba rodeada de mentiras. Ignoraba que Begoña se preparaba para casarse con el hombre equivocado, y que el verdadero amor de su madre seguía postrado en una cama, luchando por recordar quién era. “Cuando nazca el bebé, todo será bonito como antes”, dijo Julia con una sonrisa que partía el alma. Digna quiso decirle que las cosas bonitas rara vez duran, pero calló. Se limitó a acariciarle el cabello, sabiendo que las verdades del mundo adulto no deberían pesar sobre los hombros de una niña.


Tercera parte. La crisis que ahoga al pueblo.

Mientras los juegos de poder continuaban en las oficinas de Brosar, el pueblo entero comenzaba a hundirse. La lista de despidos estaba lista. Tacio, el nuevo encargado, firmaba cada carta con manos temblorosas, sabiendo que cada firma era una condena. “Si no lo hago yo, lo hará otro sin dudarlo”, intentó justificarse ante Marta. Pero ella lo miró con decepción. “¿Y eso te consuela, Tacio? ¿Dormirás mejor sabiendo que echas a tus vecinos a la calle?”

Las palabras lo hirieron más que cualquier reproche. Tacio sabía que tenía razón, pero también comprendía que el mundo ya no se movía por valores, sino por balances. Afuera, el pueblo se vaciaba poco a poco. Las familias empaquetaban sus vidas, los pequeños comercios cerraban, las calles se llenaban de silencio. La fábrica que durante generaciones había alimentado sueños ahora devoraba su propio corazón. Lo que alguna vez fue sinónimo de orgullo se convertía en un símbolo de ruina.

Sueños de libertad', avance del capítulo de hoy viernes 20 junio: Digna  intenta convencer a Irene de la buena fe de don Pedro | Series


Cuarta parte. El triángulo de amor, mentiras y recuerdos.

En una habitación de la mansión, Andrés despertó tras semanas sumido en la oscuridad de la amnesia. La luz le resultaba extraña, los recuerdos fragmentados. Sobre la mesa de noche, fotos con Begoña y Julia le devolvían una sensación inquietante de familiaridad. De repente, una imagen fugaz lo sacudió: el sonido de una explosión, el calor del fuego, una voz que lo llamaba desde la distancia.

Begoña entró justo entonces, con una sonrisa que intentaba ocultar su miedo. “Gracias a Dios que despertaste”, susurró. Andrés la observó con desconcierto. “¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? ¿Qué fue lo que sucedió en la fábrica?” Ella titubeó. “Tuviste un accidente, amor. Pero ya pasó. Estás a salvo.”

Andrés negó lentamente. “No… no fue un accidente. Gabriel estaba allí. Él me pidió que bajara al sótano… y después… la explosión.” Las palabras helaron a Begoña. Su rostro perdió todo color. Sabía que este momento llegaría: el día en que Andrés recordara la verdad. Intentó calmarlo, tomarle la mano, pero él la apartó. La miró con una mezcla de dolor y comprensión. “¿Estamos juntos, Begoña? ¿O estás con él?” El silencio de ella lo dijo todo. En ese instante, Andrés comprendió que había sido traicionado no solo por su memoria, sino también por el amor.


Quinta parte. El engaño de María.

En otro rincón de la casa, mientras el caos se desataba sin que nadie lo supiera, María tejía su propia red de mentiras. Con la precisión de quien sabe manipular los hilos invisibles del destino, ocultaba secretos que, de salir a la luz, podrían arrasar con todos. Nadie sospechaba de ella, porque su rostro reflejaba calma, pero detrás de su aparente serenidad se escondía la mente más calculadora de todas.

Sus movimientos eran lentos, meticulosos. Cada palabra, cada gesto estaba diseñado para mantener su farsa intacta. En una familia donde todos habían mentido, María había aprendido a hacerlo mejor que nadie. Sabía que el momento de actuar se acercaba, que pronto su verdad se convertiría en el detonante de una nueva catástrofe.