Sueños de Libertad Capítulo 436 (Gabriel acepta el poder… sin saber que María lo escucha todo)
✨ Hola amigos, prepárense porque lo que viene en el capítulo 436 de Sueños de Libertad promete dejarles el corazón en un puño ✨
El episodio arranca con un clima tenso y cargado de incertidumbre en la fábrica, ese lugar que últimamente se ha convertido en un campo de batalla entre decisiones impuestas y lealtades puestas a prueba. En su despacho, Chloé se aferra al teléfono, su rostro refleja preocupación y cansancio. Con voz serena pero firme, le comunica al señor Brosart lo que no quería decir: “Me temo que no ha aceptado la oferta.” Hace una pausa, promete mantenerlo informado y cuelga con un gesto que lo dice todo: frustración e impotencia.
Justo entonces, Marta entra con paso decidido. La tensión entre ambas se palpa desde el primer segundo. “Celeste me ha dicho que querías verme”, suelta Marta con frialdad. Chloé asiente cortésmente, tratando de mantener una conversación profesional, aunque su tono deja entrever la incomodidad. “Necesito saber si sabes por qué tu primo rechazó el puesto de director.” Marta, sin dudar, responde con seguridad: “Porque no se considera la persona adecuada.” La respuesta sorprende poco a Chloé, pero la firmeza de Marta la desconcierta.
Entonces Marta añade algo que deja el ambiente aún más cargado: “Y estoy de acuerdo con él. Hay personas más cualificadas para ese cargo, como Joaquín, por ejemplo.” El nombre de Joaquín hace que Chloé pierda la compostura por un segundo. “No fue él quien decidió irse”, replica. Pero Marta, cansada del cinismo, le responde con dureza: “Después de cómo lo degradaron, era inevitable.”
El intercambio se vuelve cada vez más tenso. Marta defiende a Joaquín con pasión, mientras Chloé intenta mantener una fachada fría. “Su gestión no fue brillante, según los informes”, argumenta la francesa con aparente indiferencia. “No te preocupes por él, pronto encontrará otro trabajo.” Pero Marta no se rinde. “Te recomiendo reconsiderar su despido. Fue esencial para esta empresa. Podrías ofrecerle de nuevo el puesto de adjunto.”
Chloé se incomoda, pero contesta con condescendencia: “Tasio tiene más futuro como adjunto que Joaquín.” Marta lanza entonces una acusación directa: “Claro, después de que le encargaste despedir a medio personal, ganó muchos puntos.” La alusión a la polémica medida hace que Chloé se endurezca: “Demostró su compromiso, incluso sin estar de acuerdo con las decisiones de París.” Marta replica con indignación: “Él solo lo hizo para evitar un conflicto mayor. Y fue Joaquín quien propuso una alternativa similar mucho antes.”

Sin paciencia, Chloé cierra el tema con frialdad: “Nunca pudimos llegar a un acuerdo con Joaquín. Es demasiado emocional.” Marta, firme y serena, la desafía: “Mis primos, mis hermanos y yo crecimos entre estas paredes. Lo mínimo que merecemos es respeto.” La respuesta de Chloé es un golpe bajo: “Tal vez ese ha sido siempre el problema: demasiado sentimentalismo y poco criterio empresarial.”
El silencio posterior es denso. Marta respira hondo y responde con calma: “Veo que nunca coincidiremos en eso.” “En eso tienes razón”, admite Chloé con una sonrisa cortante. Pero Marta cambia de estrategia. “Entonces dime, ¿qué pasará ahora que mi primo rechazó el cargo?” Chloé no se anda con rodeos: “Probablemente enviarán a alguien desde Francia.”
Marta la observa con cautela y pregunta: “¿Esa fue también tu recomendación?” La respuesta de Chloé sorprende: “No. Yo te recomendé a ti.” Marta queda atónita. “¿A mí? Pero si apenas me conoces.” Chloé explica: “Fuiste una excelente gestora. Tu destitución fue injusta. Tienes todo lo necesario para el puesto. Además, creo que necesitamos más mujeres al mando.” Marta se muestra escéptica, pero Chloé insiste: “Admiro tu manera de defender tu visión. En otras circunstancias, nos habríamos entendido.”
El ambiente se suaviza un poco, pero el peso de la decisión de París sigue latente. “De todos modos, los franceses quedaron encantados con Gabriel. Si no cambia de idea, traerán a alguien de fuera. Convéncelo para que acepte.”
Horas más tarde, la acción se traslada a la casa de los De la Reina. Marta conversa con su padre, Damián, sobre lo ocurrido. “Papá, han elegido a Gabriel como nuevo director.” Damián asiente sorprendido. “No es mala noticia, pero sinceramente pensé que te elegirían a ti. Estás más preparada.” Marta suspira. “Gabriel ha rechazado el cargo.”
Justo en ese momento, Gabriel entra en la estancia. Su semblante sereno contrasta con la tensión del ambiente. “Vengo a explicaros mi decisión”, dice con calma. Pero Damián, impaciente, le interrumpe: “¿Por qué rechazaste el puesto? Era nuestra oportunidad de recuperar el control.” Gabriel contesta con firmeza: “Porque no pienso ser una marioneta de Brosart. Hay gente más capacitada que yo.”
Sin que ellos lo noten, María, recién llegada, escucha cada palabra desde el pasillo, con esa sonrisa ambigua que oculta más de lo que muestra. Marta interviene: “Si no lo aceptas, enviarán a un directivo francés.” Damián, indignado, apoya a su hija: “No podemos permitirlo. Perderíamos la esencia de Perfumerías de la Reina.”
Gabriel mantiene su posición: “Sería un cargo sin poder real. Solo obedecería órdenes.” Pero su tío no se rinde: “Aun así podrías influir, negociar, mantener la fábrica en nuestras manos.” Marta le suplica: “Eres nuestro último as en la manga.” Gabriel los mira con una mezcla de cansancio y responsabilidad. Finalmente cede: “De acuerdo, aceptaré… pero bajo mis condiciones.”

“¿Qué condiciones?”, pregunta Marta. Gabriel responde con determinación: “Quiero reducir los despidos. Si acepto el puesto, lo haré para proteger a los trabajadores.” Damián frunce el ceño. “Cuidado, hijo. Podrías ponerlo todo en peligro.” Pero Gabriel se mantiene firme: “Vale la pena arriesgarse.” Desde fuera, María esboza una sonrisa sarcástica, incapaz de creer en las buenas intenciones de su cuñado.
Más tarde, la historia cambia de escenario. Andrés se encuentra en el laboratorio con su primo Luis. Conversan sobre la situación en la fábrica. “No me gusta ver cómo los franceses manejan todo a su antojo”, dice Andrés, preocupado. Luis asiente. “Es una situación muy dura. ¿Cómo estás tú?” Andrés duda. “No lo sé. Hay algo que me inquieta… sobre Gabriel.”
Luis se muestra atento. “¿Sigues pensando que él está implicado en el sabotaje?” Andrés niega con la cabeza. “No. Marta me contó que aceptó el puesto con la condición de evitar despidos. No tiene sentido que sabotee la empresa si está luchando por ella.” Luis sonríe satisfecho. “Me alegra que empieces a verlo claro.”
Pero Andrés sigue turbado. “Aun así, me perturban los recuerdos que tengo de él antes de la explosión. Si son falsos, ¿por qué los recuerdo con tanta nitidez?” Luis intenta tranquilizarlo: “Tu mente intenta llenar vacíos. Es normal tras un trauma.” Andrés suspira. “Quizás. Pero no puedo dejar de pensar que hay algo más.” Luis bromea: “Si puedes cuestionarte así, estás perfectamente cuerdo.”
A pesar del intento de alivio, la preocupación persiste en los ojos de Andrés. Mientras tanto, en la casa, María continúa tramando algo en silencio, observando cómo los De la Reina se hunden entre decisiones difíciles y secretos a punto de salir a la luz.
💥 El episodio promete un nuevo punto de inflexión: Gabriel al frente de la fábrica, Chloé mostrando un inesperado respeto hacia Marta, Andrés luchando con sus recuerdos y María, cada vez más peligrosa, moviendo sus piezas desde la sombra. Todo apunta a que los próximos capítulos traerán traiciones, alianzas imposibles y una verdad que podría destruirlo todo.