Sueños de Libertad “Chloe Destroza A La Perfumerías de La Reina”
Sueños de Libertad: Gabriel regresa con un plan oculto mientras Marta se enfrenta al poder francés (Capítulo 435)
El capítulo 435 de Sueños de Libertad promete ser uno de los más intensos de la semana. Los secretos, las alianzas rotas y los juegos de poder se entrelazan desde los primeros minutos, dejando claro que el equilibrio entre los Reina, los Brosard y los Merino está a punto de romperse para siempre.
El episodio comienza en la casa de los Reina, donde el ambiente parece tranquilo, aunque bajo esa calma late una tensión apenas contenida. Manuela acompaña con ternura a María en su recuperación, ayudándola a moverse, cuidando cada detalle con paciencia. Pero esa serenidad se quiebra cuando aparece Gabriel, con su característico aire frío y calculado. Aunque intenta mostrarse cordial, su presencia impone una distancia helada. Le agradece a Manuela su ayuda con un tono amable, pero carente de emoción. Ella, incómoda, decide marcharse, dejándolos a solas.
María, aún frágil pero lúcida, lo mira con desconfianza. Hay algo en su forma de hablar, en la seguridad con la que se mueve, que la inquieta. “No sabías si ibas a volver”, le dice con una mezcla de reproche y alivio. Gabriel, con una sonrisa que no llega a sus ojos, responde con calma: “Mi plan avanza justo como quiero”. María lo desafía con ironía: “Has tenido valor viniendo aquí sin saber si Andrés ha recuperado la memoria”. Pero él no se inmuta: “Supongo que me habrías avisado. A ti tampoco te conviene que la recupere”.
Ambos saben demasiado y confían poco. Ella, resignada, admite que Andrés ha empezado a hacer preguntas, y teme que pronto todo salga a la luz. Gabriel, acercándose más, la insta a dejar las rencillas. “Nos necesitamos. Tenemos que enterrar el hacha de guerra. Nos jugamos demasiado”, dice con un tono tan grave como convincente. María, dolida pero firme, pregunta lo que realmente quiere saber: “¿Por qué has vuelto, Gabriel?”. Él, sin dudar, contesta: “Porque todo está llegando a su fin”.

La conversación se convierte en un duelo silencioso. María lo acusa de haber conseguido ya lo que quería —que Brosard controle la empresa—, pero él va más allá: quiere ver con sus propios ojos la caída de Damián de la Reina, presenciar cómo pierde su imperio. Esa revelación la deja helada. Gabriel, cada vez más decidido, confirma que nada lo detendrá.
Luego, el diálogo cambia de tono. María, intentando sondearlo, menciona a Chloe, la nueva ejecutora francesa que toma decisiones en nombre de Brosard. “¿Sabe algo de tu vínculo con ellos?”, pregunta. Él niega con frialdad. “Nada. Si eso te preocupa, puedes estar tranquila”. Pero la mención de Begoña hace que la tensión vuelva a subir. María, con un dejo de ironía, le dice: “Pensé que volvías por ella”. Gabriel responde con sarcasmo: “Tal vez habría vuelto por mi hijo. Quiero que ese niño tenga lo que yo nunca tuve”.
Las palabras hieren. María lo encara: “Ya te lo he dicho, Gabriel, no puedes acabar con todos”. Pero él insiste: “Sí, con todos. Ese fue siempre mi propósito”. Ella replica con furia: “No con todos. Con Andrés y Julia, ¿no? Ese era nuestro trato”. La mención de Julia cambia el aire en la sala. María exige que se cumpla su parte, que también quiere su lugar dentro de la empresa. “No soy solo un ama de casa. Sé aprender, sé adaptarme”, dice con firmeza. Gabriel la observa, medio divertido, medio sorprendido. “Habla mucho, señora Duque. Pero lo tendré en cuenta”.
De pronto, su tono se vuelve más sombrío. “El asunto de Begoña es más complicado. Ella quiere que adoptemos a Julia cuando nos casemos”. María queda paralizada. “¿Y tú has aceptado eso?”, pregunta, atónita. Gabriel responde sin emoción: “Begoña haría cualquier cosa por esa niña”. María, herida, murmura: “Yo también haría cualquier cosa por ella”. Pero Gabriel corta la conversación con frialdad: “Tú administrarás sus bienes, es lo que Jesús quería. Nada más”.
María pierde la calma. “Begoña tendrá su propio hijo y también adoptará a Julia. Y tú lo permitirás”. Él encoge los hombros: “No tengo interés en cargar con esa niña, pero las cosas son así”. Antes de marcharse, añade con desdén: “No todo es ganar batallas, María. Tú vas a recuperar a tu marido y volverás a andar. Es lo que querías, ¿no?”. La deja sola, entre lágrimas, atrapada entre el amor, la culpa y la derrota.
Mientras tanto, en la fábrica, la historia toma otro rumbo. Marta y Joaquín llegan a la sala de juntas, donde Chloe los espera rodeada de documentos. Con su tono impecablemente profesional, anuncia que Brosard ha decidido cancelar la celebración del 25 aniversario de la marca De la Reina. Marta no puede creerlo. “¿Cómo que no va a continuar?”, pregunta indignada. Chloe, sin perder la calma, explica que París prefiere concentrar los esfuerzos en el nuevo perfume masculino que simbolizará la unión de las empresas: Brosard de la Reina.
Marta y Joaquín se miran incrédulos. Para ellos, el aniversario no era solo un evento comercial, sino un homenaje al legado familiar. Joaquín, dolido, agrega: “Era el tributo de mi hermano a mi padre”. Chloe mantiene su postura: “El valor sentimental no es prioritario para París. El futuro es lo que importa”.

Marta no se contiene: “¡El pasado es lo que nos ha traído hasta aquí!”. Pero Chloe responde con frialdad: “Entonces ha llegado el momento de dejarlo atrás”. La tensión entre ambas mujeres se vuelve palpable. Marta la desafía abiertamente: “¿De verdad cree eso o solo repite lo que le ordenan?”. Chloe, impasible, se limita a decir: “Trabajo para la empresa, igual que usted. Para lo bueno y para lo malo”.
Joaquín intenta intervenir preguntando por los otros perfumes planeados para el aniversario, pero Chloe corta cualquier esperanza: “No tiene sentido continuarlos si el evento se cancela”. Marta, indignada, levanta la voz: “Hablan de unión, pero lo único que hacen es imponernos sus condiciones”. Chloe recoge sus papeles con elegancia y sentencia: “Las cosas no serán siempre así. Gracias por su tiempo”. Sale de la sala dejando tras de sí un silencio cargado de rabia e impotencia.
Marta, temblando de frustración, llama inmediatamente a Damián desde la oficina. “Acabo de tener una conversación muy desagradable con la señorita Duval”, dice, intentando contenerse. Damián, cansado, responde: “No sé si quiero saberlo”. Pero ella insiste: “Han decidido cancelar el aniversario de la marca. Usarán la fecha para celebrar la unión con Brosard”.
El silencio del otro lado de la línea se hace eterno. Finalmente, la voz de Damián rompe el aire: “Esos malditos están acabando con todo lo que construimos”. Marta baja la mirada. Sabe que esa decisión no es solo un cambio de rumbo empresarial, sino el inicio de una guerra silenciosa por el control de todo lo que su familia representa.
El episodio cierra con un primer plano de Marta, sola en la oficina, mirando al vacío. Sus ojos reflejan una mezcla de furia y miedo. Sabe que lo peor está por llegar. Entre el regreso de Gabriel, las ambiciones de María y el avance de Chloe, el tablero del poder en Sueños de Libertad se ha vuelto un campo de batalla donde nadie parece tener las manos limpias.
Y mientras las alianzas se desmoronan y los secretos se acumulan, una sola certeza permanece: en esta guerra de ambición, cada paso en falso puede significar el fin.