Sueños de Libertad “Giros Inesperados” Capítulo 429

🌹 “Sueños de libertad 429: Recuerdos, mentiras y la llegada de una desconocida” 🌹

Hola a todos, bienvenidos a un nuevo y revelador adelanto del capítulo 429 de Sueños de Libertad. En este episodio, los sentimientos resurgen, las memorias perdidas empiezan a asomar, y un nuevo personaje amenaza con alterar el equilibrio de la familia de los Reina. Lo que parecía un día tranquilo se convierte en una jornada de confesiones, encuentros incómodos y presagios inquietantes.

Todo comienza en el hospital, bajo una luz suave que entra por la ventana. Begoña aparece con un ramo de flores frescas entre las manos y una expresión llena de ternura y esperanza. Su paso es firme, aunque en su interior late una emoción contenida. Al entrar en la habitación, se detiene al ver a Andrés sentado en una silla de ruedas. Su rostro cambia de inmediato. Se acerca con cautela, con la voz quebrada por la preocupación:
—Andrés, ¿por qué estás así? ¿Va todo bien?

Él responde con una sonrisa tranquila, intentando restar gravedad a su situación.
—Sí, todo está bien. La silla es solo por precaución, por si me canso.

Begoña asiente, aunque sus ojos revelan que no está del todo convencida. Le explica que María se ha quedado en casa descansando y que por fin ha encontrado un momento para venir a verlo. Luego le tiende las flores con una dulzura que desarma. Andrés las recibe sorprendido, conmovido por el gesto.

Sueños de libertad de hoy, avance del jueves 28 de noviembre: Marta se  enfrenta a Santiago | Series
—Me alegra tanto verte, Begoña —dice con voz cálida.
Ella sonríe y lo abraza suavemente.
—Yo también estoy feliz de verte, Andrés.

Del bolso saca un cuaderno y unos lápices.
—Para que las horas aquí se te hagan más cortas —dice con una sonrisa cómplice.

Andrés los mira con cierta nostalgia.
—Hace mucho que no dibujo… —susurra.
Begoña, con esa delicadeza que la caracteriza, lo anima a retomarlo.
—Podrías volver a hacerlo. Era algo que te hacía bien. Me alegra que aún lo recuerdes.
Él sonríe con un brillo especial en la mirada.
—¿Cómo podría olvidarlo? Recuerdo cuando te dibujaba, cuidando cada detalle.

Begoña se incomoda, intentando desviar la conversación.
—Ha pasado mucho tiempo, Andrés. Y muchas cosas…
Pero él no se detiene. Su voz se vuelve más íntima.
—Desde que desperté, he pensado mucho en ti. Te he echado de menos.

Ella baja la mirada, nerviosa.
—Siento no haber venido antes. He tenido que guardar reposo. Gabriel y Luz insistieron en que no me moviera.
—No tienes por qué disculparte —dice Andrés con serenidad—. Gabriel me explicó que estabas enferma.
—No era una gripe… —responde ella con una sonrisa triste, llevando una mano a su vientre.

Andrés la mira sin comprender.
—Ah, bueno, lo importante es que ya estás mejor, ¿verdad?
Ella asiente, pero algo en su expresión se rompe. Se da cuenta de que él no recuerda que está embarazada… ni que va a casarse con Gabriel. La amnesia le ha borrado una parte esencial de su vida.

Andrés continúa sin notar su angustia:
—Si Gabriel estaba tan pendiente de ti, imagino que vuestra relación sigue bien.
—Sí… seguimos —contesta ella, con un tono que mezcla tristeza y resignación.

El silencio se instala entre ellos.
—No sabes cuánto me alegra verte así —dice Begoña finalmente—. Pensé que no volverías.
—La vida me ha dado una segunda oportunidad —responde él, tomándole la mano—. Y no pienso desperdiciarla.

Ella lo observa, conmovida.
—¿De verdad no recuerdas nada del accidente?
—Nada —responde él—. Solo me han contado fragmentos. Pero da igual. Lo importante es que sigo aquí.

Las palabras de Andrés están cargadas de una nueva energía.
—Cuando uno sobrevive a algo así —añade—, tiene la obligación de enmendar sus errores.
—¿De verdad lo crees? —pregunta ella, temblando.
—Sí. No todos reciben una segunda oportunidad.

Begoña suspira.
—Andrés, sabes que Gabriel y yo…
Él la interrumpe con voz suave.
—Sé que estáis juntos, pero quiero creer que no has olvidado lo que hubo entre nosotros. Yo acepté una vida vacía con María… pero quizá aún haya tiempo para—
—Andrés, no sigas —lo corta ella, visiblemente incómoda.

Justo en ese instante, un médico entra con una sonrisa.
—Buenas noticias, señor De la Reina. Su evolución es excelente. Si todo sigue así, hoy mismo podrá irse a casa.
Andrés y Begoña se miran y sonríen. Por un momento, el pasado queda suspendido en el aire, pero ambos saben que las viejas emociones han vuelto a despertar.

Mientras tanto, en la fábrica, Pelayo y Marta recorren las instalaciones casi vacías. Los ecos del pasado resuenan en las paredes. Marta observa con nostalgia el lugar donde tantas veces creyó ver prosperar sus sueños.
—Hoy deberíamos centrarnos en lo bueno —dice Pelayo intentando animarla—. A tu hermano le darán el alta.
—Me alegra mucho. Begoña me lo contó. Ojalá podamos recibirlo juntos —responde Marta con dulzura.

Mientras caminan, una mujer desconocida se acerca con un aire refinado.
—Disculpen, ¿podrían ayudarme? Busco la tienda de la fábrica.
—Está justo allí —responde Marta amable.
La mujer sonríe y los observa con atención.
—Perdonen mi atrevimiento, pero… ¿ustedes son Marta de la Reina y Pelayo Olivares?
—Así es —responde él con cortesía.
—Tienen una imagen magnífica en la prensa, pero debo decir que en persona son aún más impresionantes —añade con halago medido.

Marta agradece con una sonrisa diplomática, pero algo en la mirada de esa mujer la incomoda. Ella se despide y entra en la tienda, no sin antes echar una última ojeada al rostro de Marta, como si quisiera grabarlo en su memoria.

Dentro, la mujer saluda a las dependientas en francés y comienza a observar los productos con aparente interés. Pero su comportamiento levanta sospechas: se mueve con demasiada seguridad, hace preguntas insistentes y en un momento intenta acceder al almacén. Claudia se lo impide con amabilidad, pero firmeza.
—Lo siento, esa zona es solo para el personal.
La mujer sonríe con fingida cortesía y disimula, aunque sus ojos no dejan de recorrer cada rincón.

Fuera, Marta continúa hablando con Pelayo cuando un mensajero se acerca.
—Buenos días, señora. Traigo correspondencia.
Ella revisa los sobres, y de pronto su semblante se tensa. Entre ellos hay uno con el nombre del hombre que la llamó desde la cárcel días atrás. Su corazón da un vuelco. Sin decir palabra, guarda la carta en su bolso. Pelayo lo nota, pero no pregunta.

Más tarde, la misteriosa mujer entra en el despacho principal. Allí se encuentra con Tasio, quien, sorprendido, la interpela:
—¿Está perdida, señora? Si busca la salida, puedo acompañarla.
—No estoy perdida —responde ella con calma—. Estoy justo donde debo estar.

Avance del próximo capítulo de Sueños de libertad: la tensión entre Marta y  Fina, a punto de resolverse

Saca una tarjeta de presentación y una carta.
—Soy la representante de Brosart. Imagino que usted es Anastasio de la Reina, el nuevo director.
—Así es —responde él, desconcertado—. No sabía que iban a llegar tan pronto.
—Los socios mayoritarios no siempre avisan —replica ella con una sonrisa fría—. Mi misión es evaluar las instalaciones y definir el nivel de intervención que nuestra empresa asumirá.

Tasio intenta mantener la compostura, pero la incomodidad es evidente.
—Nuestro abogado, Gabriel de la Reina, está en París resolviendo este asunto —explica.
—¿En París? Qué curioso. Yo llegué ayer de allí —responde ella con tono ambiguo—. No nos hemos cruzado, qué extraño.

Su mirada es tan afilada como su sonrisa.
—Espero que esta unión sea beneficiosa para ambas partes —dice finalmente—. Francia y España juntas pueden lograr grandes cosas.
—¿Unión? —responde Tasio, molesto—. Han comprado el 51% de nuestras acciones. Eso no es una alianza, es una conquista.
—Según mis informes, todo fue legal —contesta ella sin inmutarse—. Ustedes firmaron sin cláusula de protección.

Tasio se queda en silencio. Sabe que tiene razón.
Ella se da la vuelta con elegancia.
—Será un placer trabajar con ustedes, señor De la Reina —dice, dejando tras de sí una sensación de peligro.

El episodio termina con una cámara que se aleja lentamente: Marta sostiene la carta del preso en su bolso, Begoña guarda en su corazón una confesión que no debió oír, y en la fábrica, una extranjera empieza a mover los hilos de un juego que podría cambiarlo todo.

En Sueños de Libertad, nada es lo que parece. Y lo que comienza como un reencuentro termina convirtiéndose en el preludio de una traición.