¡Tragedia en Perfumerías de la Reina! Brossard se ha hecho con el control – Sueños de Libertad
“El golpe invisible: la traición que sacude a Perfumerías de la Reina”
El nuevo episodio de Sueños de Libertad llega con un terremoto empresarial que amenaza con destruir todo lo que la familia De la Reina ha construido. Lo que comienza como una simple reunión de negocios se convierte en una escena de tensión, revelaciones y traición silenciosa. Tasio, siempre el estratega prudente, convoca a Gabriel y a su tío Damián para darles una noticia que nadie esperaba, una de esas que cambian el curso de una historia para siempre.
“La venta de acciones ya está cerrada”, recuerda Damián con tono cortante, sin entender por qué tanta urgencia. “¿A qué viene esto, hijo? Tengo todo el día.” Pero la expresión en el rostro de Tasio no deja lugar a dudas: algo grave ha ocurrido. Y cuando habla, el ambiente se congela. “He recibido una llamada de Brosart.”
El nombre basta para que el silencio se apodere de la sala. Brosart. La poderosa empresa francesa que tiempo atrás estuvo envuelta en una demanda por el perfume de Cobeaga, y que desde entonces ha estado orbitando alrededor de Perfumerías de la Reina, esperando su oportunidad. “¿Para qué te han llamado?”, pregunta Damián, incrédulo. Tasio traga saliva antes de soltar la bomba: “Para informarme de que le han comprado a Masina todas las acciones que les vendimos nosotros esta misma mañana.”

El impacto es inmediato. Las miradas se cruzan, el aire parece cortarse en dos. “¿Qué me estás diciendo, Tasio?”, pregunta Damián, levantándose de golpe. Tasio asiente con pesar: Brosart, los franceses, ahora son dueños de una parte importante de la empresa. En apenas unas horas, lo que parecía una operación estratégica se ha convertido en una trampa perfectamente ejecutada.
La incredulidad da paso al enfado. Joaquín ya ha avisado a Luis, pero el daño está hecho. “No puede ser —dice Gabriel, alterado—. Si acabamos de cerrar el contrato esta mañana.” Damián golpea la mesa con rabia contenida: “Esos malnacidos llevan detrás de Perfumerías de la Reina desde hace mucho tiempo. Ya lo intentaron con Jesús… y casi lo consiguen.”
El pasado vuelve como un eco. Los fantasmas de las decisiones anteriores, los pactos rotos, los errores no previstos. Gabriel se siente responsable. La culpa le pesa como una losa. “Debería haber incluido una cláusula que les impidiera vender durante cinco años. Les he fallado, tío”, dice con la voz quebrada. Pero Damián no tarda en responder: “Tú no podías saberlo, Gabriel. Nadie podía imaginar que nos la iban a jugar así. Era la única salida que teníamos.”
El diálogo es un torbellino de reproches, frustración y desilusión. Gabriel insiste en que debió preverlo, pero su tío intenta calmarlo. “Todos leímos el contrato. Todos lo firmamos. Así que todos somos responsables.” Las palabras suenan a consuelo, pero en realidad son una declaración de derrota compartida.
Tasio, por su parte, mantiene la cabeza fría, intentando entender el movimiento de los franceses. “Seguro que tenían ya un acuerdo previo con los italianos —dice—. Masina solo ha sido el cebo para que picáramos.” Su análisis suena lógico, dolorosamente lógico. Brosart ha ejecutado una maniobra de ajedrez perfecta: mientras ellos creían salvar la empresa, los franceses compraban el tablero entero.
“¿Y ahora qué?”, pregunta Damián, intentando aferrarse a alguna esperanza. “¿Se te ocurre alguna manera de revertir la venta?” Tasio niega lentamente. “No lo creo. Masina tiene derecho a vender sus acciones a quien quiera. Legalmente, no hay nada que hacer.” Pero el fuego de la indignación no se apaga. Brosart no solo los ha superado en estrategia; también ha actuado con mala fe, aprovechando su momento más débil.
La discusión se vuelve más intensa. “Qué poco han tardado en comunicarnos que son nuestros socios”, murmura Gabriel con amargura. “Si quieren provocarnos, lo están consiguiendo.” Tasio, sin perder la compostura, propone una idea: “Podría viajar a París. No podremos revocar la operación, pero al menos podríamos plantarles cara. Averiguar cómo se ha hecho todo y por qué tan rápido.”
Damián se queda pensativo, meditando la propuesta. “Pero acabas de decir que no hay nada que hacer.” “Sí —responde Tasio—, pero una cosa es aceptar la derrota y otra dejar que crean que nos hemos rendido.” Su voz transmite determinación. Sabe que está ante un enemigo poderoso, pero también que la dignidad empresarial se defiende incluso cuando las leyes no acompañan.

Finalmente, Damián asiente. “Haz lo que creas conveniente. Y si ves una posibilidad, por mínima que sea, de anular la transacción… hazlo. Haré lo que haga falta. ¿Me oyes? Lo que haga falta.” Sus palabras retumban como un juramento. No es solo un asunto de negocios: es el orgullo de una familia entera, la defensa de un legado.
Gabriel lo mira con admiración y culpa al mismo tiempo. En su interior arde la convicción de que este error lo perseguirá. Pero también siente que no está solo. “Lo dejo en tus manos, Tasio”, dice finalmente Damián. “Ponte a ello de inmediato.” Tasio asiente con firmeza: “Sí, haré lo que sea necesario.”
La escena concluye con una tensión palpable. Las miradas, los silencios, los gestos contenidos. Cada uno sabe que la empresa ha sido herida en lo más profundo, pero también que la guerra no ha terminado. La música sube, melancólica y solemne, mientras los personajes se quedan en la sala, asimilando el golpe.
En los próximos capítulos, veremos cómo la sombra de Brosart se cierne sobre la colonia y la fábrica. Los nuevos dueños traerán consigo un estilo de gestión despiadado, capaz de poner a prueba la lealtad de todos. Gabriel, con su orgullo herido, buscará redimirse. Tasio se convertirá en el estratega que intente rescatar lo que queda. Y Damián, el patriarca, tendrá que enfrentarse al dilema más duro de su vida: vender su alma para salvar su legado o arriesgarlo todo por mantener el control.
Porque en Sueños de Libertad, los enemigos no siempre llegan con armas visibles. A veces se esconden detrás de contratos, cláusulas y sonrisas diplomáticas. Y cuando el poder cambia de manos, la verdadera batalla apenas comienza.