¡UN GIRO INESPERADO EN LA PROMESA! ¡EL LEGADO DE JANA ESCONDE UN TERRIBLE SECRETO! – LA PROMESA
La promessa anticipazioni
En los próximos episodios, la tensión en el palacio alcanzará niveles que ningún habitante había imaginado. Cada rincón estará cargado de intriga, secretos y decisiones que marcarán el destino de todos. Beltrán está a punto de revelar su verdadera identidad, exponiendo a Lorenzo y Leocadia frente a todos los presentes, lo que provocará la caída de ambos villanos en prisión y pondrá fin al matrimonio forzado entre Ángela y Lorenzo. Sin embargo, esta revelación será solo el primer golpe de efecto; la sorpresa más impactante aún está por llegar.
Un nuevo invitado llegará al palacio, trayendo consigo un secreto relacionado con Cruz, anticipando el inminente regreso de la marquesa. Su retorno será más despiadado y peligroso de lo que nadie podría haber previsto, y cambiará por completo la dinámica de la serie. Los espectadores se verán obligados a preguntarse cómo reaccionará Alonso al descubrir la verdad oculta tras Cruz y sus intrigas.
Una mañana gris y ventosa, los jardines del palacio se estremecen con el soplo del viento, y las pesadas cortinas de la sala principal ondean suavemente. A pesar de la calma aparente, la atmósfera está cargada de tensión. Leocadia camina de un lado a otro, pálida y con las manos temblorosas, luchando contra un miedo profundo que solo ella conoce. De repente, unos pasos resuenan en el corredor: Curo aparece con un bandeja y llama a Leocadia con urgencia.

Sorprendido, se detiene. “¿Me ha llamado, señora?”, pregunta con desconfianza.
“Sí, necesito hablar contigo. Es importante”, responde ella, su voz temblorosa por la ansiedad.
“Entra y cierra la puerta”, añade, y Curo obedece, colocando la bandeja a un lado y quedando de pie, con el corazón acelerado.
“Necesito tu ayuda más que nunca”, confiesa Leocadia con un suspiro que mezcla miedo y determinación. Para Curo, esta petición resulta inesperada: hasta ahora, había sido excluido de la vida de Ángela y ahora Leocadia lo implora para que intervenga. Con voz ansiosa, Leocadia revela la amenaza que se cierne sobre todos: no solo Lorenzo, sino también un capitán cercano al poder real, están decididos a casar a Ángela a cualquier precio. Quien intente detenerlos se arriesga a perderlo todo.
Curo aprieta los puños, sintiendo la sangre arder en sus venas, y sugiere recurrir al marqués Alonso, el único capaz de protegerlos. Sin embargo, Leocadia lo detiene con una risa amarga: Alonso también está bajo control del capitán, y nadie podrá intervenir. La única esperanza es impedir la ceremonia, y para ello Curo debe convencer a Ángela de casarse con Beltrán. La idea lo desconcierta: entregar el corazón de la mujer que ama a otro hombre, aunque sea para salvarla, es un sacrificio doloroso.
Leocadia, firme e implacable, le recuerda que hay momentos en los que el amor debe ceder ante la vida. Beltrán es honesto y capaz de protegerla, mientras que Curo, aunque devoto, no podría garantizarle la misma seguridad. Cada palabra hiere su orgullo y le obliga a aceptar la amarga verdad: Ángela merece más de lo que él puede ofrecer. Al final, lo deja solo con un último aviso: tiene hasta el día siguiente para actuar o Ángela quedará atrapada en las garras de Lorenzo.
Esa noche, Curo recorre los pasillos y las caballerizas, su mente en conflicto y su corazón dividido. Ama a Ángela y daría la vida por ella, pero debe renunciar a su deseo personal para protegerla. Al amanecer, mientras contempla los jardines, Beltrán aparece a lo lejos, sereno e inconsciente del caos que se avecina. Curo comprende que pronto deberá tomar la decisión más difícil de su vida, un sacrificio que pondrá a prueba no solo su corazón, sino también el destino de Ángela.
Beltrán lo llama con un gesto, y Curo se acerca con la voz aún cargada de sueño: “¿Estás despierto tan temprano? ¿Todo bien?”
“No, no todo está bien. Necesito hablar contigo. Es algo serio”, responde Curo, y entonces confiesa lo impensable: Lorenzo quiere casarse con Ángela, y Leocadia, bajo un grave chantaje, lo ha obligado a actuar. Sus palabras caen como piedras sobre Beltrán, que queda atónito.
“¿Qué quieres que haga?” pregunta Beltrán.
“Debes convencerme de casarme con Ángela”, dice Curo con voz rota, aceptando el sacrificio que implica renunciar a su amor por protegerla. Beltrán, incrédulo, asiente y promete ayudarlo: “Si quieres salvarla, no lo harás solo. Estoy contigo.” Así comienza una serie de acciones silenciosas: Beltrán observa los movimientos de Lorenzo, escucha los murmullos de los sirvientes y toma nota de los detalles que podrían ser claves para detener la boda.
Lorenzo se muestra cada vez más agresivo y autoritario, dispuesto a desafiar incluso al marqués. Curo, mientras tanto, está atormentado, con las manos temblorosas cada vez que Ángela pasa cerca. Finalmente, Beltrán idea un plan: interceptar una conversación secreta entre Lorenzo y el capitán Valdés, pruebas suficientes para impedir las bodas forzadas y obligar al marqués a intervenir.

Curo acepta, aunque con el corazón dividido entre su amor y la necesidad de salvar a Ángela. Mientras Lorenzo trama su venganza, Beltrán y Curo trabajan juntos en silencio, preparando la estrategia que pondrá fin a sus planes. Sin embargo, Lorenzo comienza a sospechar y toma medidas desesperadas: modifica las riendas de los caballos para provocar un accidente. Pero Curo, atento a las caballerizas, detecta la anomalía y alerta a Beltrán.
El momento de actuar llega. Beltrán, con determinación, se presenta en el salón principal frente a Alonso, Leocadia, Ángela y Lorenzo, quien intenta aparentar calma. “Marchese, debo hablarles. Es urgente”, dice. Señala directamente a Lorenzo: “Hay un criminal entre nosotros”. El silencio cae pesado, y Lorenzo, nervioso, intenta negar. Beltrán expone la evidencia: el sabotaje de las riendas y el intento de accidente. Alonso ordena verificar los hechos y, confirmadas las pruebas, Lorenzo es arrestado. Su amenaza termina allí.
Con Lorenzo finalmente fuera del palacio, la tensión disminuye, aunque el silencio entre Beltrán y Ángela sigue siendo palpable. Más tarde, en el jardín, Beltrán se acerca a Ángela y le asegura: “He hecho lo que debía, no lo que me convenía. Ahora eres libre”. Angela, con lágrimas en los ojos, comprende que el verdadero amor se mide por el sacrificio y la protección, no por títulos o sangre. La promesa de justicia y seguridad ha sido cumplida, y aunque el corazón sigue marcado por el dolor, el coraje y la lealtad han prevalecido.